Carabinero chillanejo atacado por encapuchados en Tirúa: "Pensé que íbamos a morir"Casado y con dos hijos
Entre la vida y la muerte. Así define el cabo de Carabineros de la Segunda Comisaría de Chillán, Francisco Carrasco, los difíciles momentos que debió enfrentar el martes cerca de las 20.20 horas, cuando un grupo de encapuchados los emboscó en la ruta P-70 que une la ruta entre Cañete y Tirúa.
Los hechos, según el relato del uniformado, se habrían producido luego de ser relevados de un punto de guardia que se mantiene a la vivienda de una mujer que le asesinaron el esposo el 21 de diciembre del año pasado.
"Estaba en compañía de otros tres carabineros resguardando su vivienda, debido a que ella y sus dos hijos están amenazados de muerte, siendo relevados a las 20.10 horas, por lo que emprendimos el regreso hasta la Subcomisaría de Tirúa. Sin embargo, al cabo de unos minutos de andar, se nos atraviesa una camioneta y un furgón, bajando de éstos cerca de 30 encapuchados, quienes proceden a cortan un árbol, con la finalidad de impedir nuestra pasada".
Posterior a ello, relató Carrasco, el suboficial Vázquez le dijo al chofer que retrocediéramos, intentado volver a la casa que custodiábamos, pero ya nos habían cortado el paso. "Quedamos en medio de dos turbas, pero ahí aparecieron otras 30 personas, aparentemente comuneros, del otro lado, quedando en esa situación por cerca de 30 minutos hasta que la turba comenzó a acercarse a la camioneta, por lo que bajamos del vehículo policial, comenzando un diálogo con ellos".
El uniformado sostuvo que los manifestantes, en su mayoría menores, no quisieron dialogar, comenzando con las amenazas inmediatamente.
"Lo único que nos decían era momento en que mi suboficial Díaz se acerca a ellos, recibiendo un golpe de puño en la cara, mientras que a mí me pegaron con una echona (herramienta para cortar malezas) en el casco, y recibo golpes cerca de las costillas. Por suerte me zafé de ellos y al momento de ingresar al carro me golpean con la herramienta en el pie, sin embargo por la adrenalina no sentí dolor en ese momento".
Posterior a ello vinieron los momentos de mayor temor, afirmó el uniformado, ya que tras cerrar el vehículo se acercaron todos los encapuchados con la intención de matarlos. "En ese momento pensé que iba a morir, porque empezaron a golpear el carro, hicieron tira los vidrios, el parabrisas, hicieron andar la moto sierra para hacer tira el carro y romper las ruedas, además con un hacha golpeaban el capó", afirmó el cabo.
Luego de eso, comentó Carrasco, intentaron avanzar un poco, pidiendo en todo momento cooperación, pero nuevamente quedaron entre los manifestantes. "Esta vez venían con bidones con bencina para quemarnos, no la rociaron, pero fueron momentos de extrema tensión, porque estaban con escopetas hechizas, bidones de bencina, hachas, palos, entre otras cosas, con la única intención de matarnos; sin embargo logramos mantener la calma y no usamos nuestras armas de fuego, porque además nos prohiben su uso, solamente estamos autorizados a utilizar la escopeta antimotines".
Carrasco sostuvo que estuvieron atrapados en el lugar por cerca de una hora y 20 minutos, hasta que lograron avanzar un poco hasta un extremo de los cortes, momento en que vieron a los refuerzos. "Al momento de ver los carros policiales sentí un poco de alegría, gracias a Dios llegaron los colegas, porque lograron que los encapuchados se dispersaran".
Francisco Carrasco se encuentra en estos momentos recuperándose en su vivienda en Chillán, y reflexionó sobre lo acontecido, afirmando que todo estaba preparado. "Existía un plan, ellos vieron al carro que venía al relevo, por lo que esperaron a que pasáramos para atacarnos".
A pesar de la experiencia vivida, el funcionario de Carabineros afirmó que volvería en calidad de servicios a Tirúa.
Francisco Carrasco se encontraba en comisión de servicios en la Subcomisaría de Tirúa, estaba en esa condición desde el 3 de noviembre y debía permanecer en esa unidad hasta el 22 del mismo mes, debido que el periodo establecido son sólo 20 días. Es oriundo de Angol, pero lleva en Chillán 10 años, los mismos que ha servido a la institución. Actualmente está casado y tiene 2 hijos, una hija de 6 años y otro menor de apenas 2 años. A pesar de su traumática experiencia, no duda en volver a prestar servicios en la convulsionada zona de Tirúa.