Las banderas de Chile y Perú, juntas flameando en el altar del Campo de Oración por la paz ante el inminente fallo de La Haya, y la comuna de Yumbel de duelo oficial hasta mañana por el fallecimiento el viernes último de su alcalde Camilo Cabezas, marcaron este año la festividad religiosa de San Sebastián.
Ninguna de estas dos circunstancias, sin embargo, cambió la tradicional masiva llegada de peregrinos ni impidió que las actividades se desarrollaran tal como estaba programado y coordinado entre los distintos servicios, trabajo en el cual había participado con entusiasmo hasta el jueves el entonces jefe comunal.
El único cambio fue la eliminación de la música en la plaza. Sin embargo, el principal paseo público estaba colmado de comercio, gran parte por venta de alimentos y bebidas, pero también de artículos religiosos y las tradicionales fotos con los caballitos. En medio de los gritos de las ventas, quizás lo más extraño era un animal mecánico sobre un amplio colchón inflable, en la cuadra opuesta al municipio, donde su encargado invitaba a participar a "Gánesela al toro". El comercio, tradicional en esta festividad en la que mucha gente, en particular los campesinos, aprovechan de comprar algunos artículos, ocupó varias cuadras. Fueron más de 800 los permisos que se extendieron hasta mañana.
El administrador Municipal, Cristian Cerro, estimó en 600 mil las personas que llegaron a Yumbel entre el sábado 18 y ayer, para asistir al Santuario y pagar sus mandas.
Centenares de peregrinos, varios en grupos familiares, caminaban ayer por la berma, los 11 kilómetros desde el cruce Reunión hasta Yumbel.
Carabineros, efectivos de la PDI, inspectores de la Seremi de Transportes y brigadistas de Conaf permanecían en la ciudad para el control del tránsito, la seguridad y algún riesgo de incendio.
En el campo de oración, gente de diferentes ciudades, muchos campesinos llegaron a escuchar las misas y a expresar su devoción por el Santo. Muchos lo hacían avanzando de rodillas hacia la reja más cercana al altar, con sus manos resistiendo el calor de sus velas encendidas derritiéndose sobre la piel. Una de ellas, Viviana Riveros, 39, llegó desde Bulnes, como lo hace desde que tenía 5 años. Esta vez, para agradecer a San Sebastián por el buen resultado de su compleja operación a la columna.
Cerca de allí, en un largo muro del Santuario, cuelgan o están pegados miles de objetos y testimonios de agradecimiento por los favores concedidos. Muchos están relacionados con etapas exitosas en la educación, por ejemplo hay decenas de fotocopias de títulos de universidades y otras instituciones.
Sentado, protegiéndose del sol con un amplio sombrero de huaso, Ramón Medina Araneda, acompañado de su esposa desde hace 50 años, María Novoa, más hijos y nietos, contó que se reúnen cada 20 de enero para ir en camioneta al Santuario.
El patriarca de la familia es del sector de Ninhue, camino a Quine, en Cabrero, y a sus 79 años todavía trabaja en su campo, donde cosecha algunos productos y cría animales. Va a pagar manda al santo y lleva dinero para distribuirlo entre la gente necesitada, en particular a los inválidos. Dice que así, ayudando, se siente feliz. Su esposa y sus hijas se sienten orgullosas. "Es que somos todos muy católicos", dijo Don Ramón.
Después de la misa monseñor Fernando Chomali explicó porqué estaban las dos banderas en el altar: Dijo que fue un gesto de unidad. Tener en el altar la bandera de Perú y Chile frente a la resolución de La Haya, es un signo muy potente de que a la Iglesia le interesa la fraternidad, nos reconocemos como hermanos y los litigios, que pueden ser parte de la vida, se resuelven con diálogo, en los tribunales, con un buen espíritu, pensando que somos hermanos y que tenemos un futuro en común. Que tenemos que afrontar con amor y decisión y que, sea cual sea el resultado, se tome con mesura y se respete.