Chillanejos radicados en el norte vivieron con terror el terremoto 8.2°
Ingrid Acuña Caballero
Sólo bastó una fracción de segundo para que el terremoto de 8.2 grados invadiera de miedo y terror a miles de chillanejos que, desde algunos años, están radicados en el norte del país.
"Sólo atiné a abrazar al Tomy (su hijo) y colocarnos en el pasillo, que era el lugar más seguro del departamento. Cerré los ojos y sentía como el edificio se balanceaba, como si en cualquier momento fuera a caer. Escuché como de los otros pisos se caían las vajillas, lozas y mucho ruido. Fue terrible, porque estaba sola con mi hijo y tuve miedo", recordó Claudia Cárcamo, quien junto a su marido Antonio Cerro, también chillanejo, llevan 10 años viviendo en Iquique.
Los cerca de tres minutos que duró la sacudida fueron eternos. Cuando todo quedó a oscuras y el suelo aún se movía, Claudia pensaba si su marido estaba bien y lo preocupada que estaría su madre y hermanas que están en Chillán. Los cuatro pisos que bajó, con el pequeño Tomás en brazos, terminaron por calmarla.
"Apenas terminó el terremoto bajé por las escaleras de emergencia y vi como la gente evacuaba el edificio y en la calle había una marea de gente tratando de llegar a los cerros. En ese momento agradecí el horario en que nos pilló el terremoto, porque el colegio de mi hijo está muy cerca de la costanera y con las alarmas de un posible tsunami creo que mi reacción hubiese sido terrible", comentó Claudia.
El epicentro se ubicó a 89 kilómetros al suroeste de Cuya, en el mar frente a la costa de Tarapacá, según el reporte del Centro Sismológico Nacional.
"Donde vivo es un condominio y está ubicado en una zona segura, que era lo que me mantenía tranquila. Cuando llegué al primer piso logré contactarme con mi mamá y le pude decir que estaba bien, en eso la conversación se acabó y traté de llamar a Antonio, pero fue muy complicado. Pasamos una noche casi en vigilia, pero ya estamos bien", relató Claudia.
A las 20:46 en punto, Soledad Lama, hija del dueño del Gallo Blanco, volvió a revivir el espanto de la madrugada del 27 de febrero cuando estaba en Quillón. Esta vez el movimiento telúrico la encontró en Arica, donde más fuerte se sintió el terremoto.
"Estaba en la cama y protegí a mi hijo (7 años) y como estuve en Quillón para el terremoto del 27/F, no me asusté tanto, es como si uno estuviera preparada. Sólo cuando se cortó la luz, mientras la tierra se seguía moviendo, supe que era algo muy fuerte y pensé ", evocó Soledad, quien lleva dos años lejos de Chillán.
Aún la tierra no paraba de moverse y Soledad mandó el primer WhatsApp a su familia en Chillán para tranquilizarlos. "Sabía que ellos se preocuparían, por eso no lo dudé en agarrar el celular mientras aún las líneas no estaban colapsadas y mande un WhatsApp", agregó Emilia, como cariñosamente le dice su padre, para diferenciarla de su madre con quien comparte el mismo nombre.
La experiencia del 27/F sirvió para tener el kit de emergencia a mano. Linternas, agua en bidones, ademas de tener un mini estanque de reserva y comida no perecible como para tres días, era lo que precisaba para poder sobrevivir en caso de nuevamente vivir una catástrofe.
"Cuando terminó el terremoto, salí de mi casa y con la linterna fui a las otras casas de la villa para ver cómo estaban mis vecinos. Al parecer los daños no eran grandes y todos permanecíamos tranquilos, pero al ver a la gente como evacuaba y la histeria colectiva que se producía, a uno le impacta y se acuerda de lo que fue el terremoto del 2010", precisó Soledad.
Al igual que Claudia, la casa de Soledad está en una zona segura a 5 kilómetros de la costa y a 100 metros sobre el nivel del mar.
"Mi marido estaba en el gimnasio y le costó mucho trabajo llegar a la casa porque había un taco muy grande. Lo bueno es que ya todo está en calma y sólo hay unos pequeños sismos", aseguró Soledad.
"El pánico de la gente y las alarmas, primero de terremoto y luego de tsunami, reconozco que me hicieron temblar", confidenció el escritor chillanense Roberto Kruger, quien se trasladó a Antofagasta a fines del 2010.
"Estuve en el terremoto del 27/F y me asusté y tengo la experiencia, el caos de la gente, pero acá no lo sentí porque iba en el auto. Nos informamos por las emisoras que había ocurrido un terremoto, llamé a mi familia para decir que estaba bien y en eso se cortó la comunicación porque llegaron los mensajes de evacuar. Lo que te aterra y te hace temblar es no saber lo que vendrá, porque uno se imagina lo peor, por lo que se vivió en Chillán", añadió Kruger.
A una cuadra del mar se ubica el departamento de Roberto, desde donde se puede divisar el mar, pensamiento que acompañó al escritor durante su huida hacia la zona segura.
"Desde el mismo punto donde nos enteramos del temblor tomé un atajo para llegar a las zona de seguridad, y en el camino veíamos como evacuaban a la gente, alguna de ellas con maletas. A las 21.00 horas y hasta la medianoche sonaron las alarmas, fue terrible, aunque doy gracias a Dios porque acá fue leve el temblor", agradeció Roberto.
A una profundidad de 38,8 kilómetros se produjo el terremoto del norte, ocho más que en el 2010. "Uno al escuchar las noticias te enteras de lo que pasó y uno recuerda lo que vivió en el 2010, en Chillán, y creo que eso te da miedo, te atemoriza", finalizó el escritor.
Cuarto piso Claudia Cárcamo y su hijo Tomás Cerro vivieron en un cuarto piso el terremoto, que en Iquique registró una magnitud de 7,9 grados.
Arica La casa de Soledad Lama se ubica a 5 kilómetros del mar y en una zona que está sobre los 100 metros sobre el nivel del mar.
Un leve movimiento El escritor chillanejo Roberto Kruger no sintió el temblor, ya que iba en su auto y estaba en Antofagasta donde el sismo fue leve.
Sin luz y red telefónica Una vez terminado el terremoto, la luz se cortó y las comunicaciones colapsaron servicios que sólo ayer volvían a la normalidad.