Dos nuevos sacerdotes para Ñuble
Vivimos un tiempo hermoso y apasionante, cuyos cambios afectan hondamente al mundo entero, desafiando de manera particular a los jóvenes, llamados a encauzar su vida por caminos de realización personal y de servicio, en un equilibrio difícil de alcanzar. En este contexto, marcado por los cambios rápidos y el relativismo existencial, asumir un compromiso para toda la vida parece una utopía casi impensable. El matrimonio, entendido como un compromiso para toda la vida; la vida consagrada y el sacerdocio, son vistos por muchos jóvenes como algo del pasado, una utopía casi irreal.
Sin embargo, Dios sigue llamando e invitando a muchos y muchas a seguirle en la consagración de sus vidas al servicio de Dios y los hermanos. Hace sólo unas horas, el día de ayer, nuestro Padre del Cielo ha puesto la mirada en su pueblo querido y lo ha visitado con ternura y amor, entregando el ministerio sacerdotal a dos hijos de Ñuble. De maneras diversas, en diferentes contextos ha llegado a ellos para susurrarles al corazón que es su verdadero Pastor, el Pastor que los llama por su nombre y los guía, que los quiere colmar de gracia, de espíritu de servicio, y de dicha. En su gran amor, el Señor de la historia nos ha regalado dos nuevos pastores para que, en medio y cercanos a su Pueblo, lo ame, lo instruya, lo conduzca, lo santifique y lo envíe en su nombre, en nombre del único Buen Pastor.
Nacido en San Carlos, el P. Pablo Valladares, desde muy joven, sintió el llamado de Dios al servicio de su pueblo; mientras que, nacido en El Carmen, el P. Raúl Muñoz después de ejercer varios años como diácono permanente, recibió el mismo llamado. Ambos pondrán al servicio de la evangelización de Ñuble todas sus fuerzas, talentos y capacidad humana. Humildemente, reconociendo la fragilidad humana, prometen servir a Dios y su pueblo, en palabras del Papa Francisco, como 'pastores con olor a oveja', cercanos y serviciales, comunicando con el ejemplo de sus propias vidas la Buena Nueva del Reino de Dios.
Más allá de si compartimos o no la fe en Cristo y su Iglesia, los invito a que demos gracias a Dios por la generosidad de estos dos hombres y pidamos que su ejemplo sea imitado por muchos jóvenes que estén dispuestos a prestar sus manos, su palabra y su corazón, para guiar y consolar, para anunciar y orientar, unir, vivificar y edificar a su pueblo, en este tiempo apasionante y hermoso, sin miedo al compromiso que lleva a la plenitud de vida.