Familia, cuna de solidaridad
La solidaridad es de aquellas virtudes que debemos trabajar de manera cotidiana, en lo pequeño. Si esto no es así, al final nos convenceremos que basta con una cooperación anual a una institución o en su defecto con el aporte 'solidario' de nuestro vuelto en el supermercado. Con esto podremos quedarnos tranquilos pero nunca experimentaremos, de verdad, su real significado.El origen del término solidaridad lo podemos buscar en un diccionario, o en el caso de los más tecnológicos, en internet. Podemos saberlo de memoria e incluso explicarlo muy bien. El asunto, sin embargo, cobra real relevancia cuando ponemos esfuerzo en vivir la solidaridad, en hacerla parte de nuestro actuar diario. Hacer vida la solidaridad no es fácil, pues incluye la capacidad de poner la mirada en el otro considerándolo un igual. Esta acción mental presenta gran dificultad en nuestra sociedad. Podríamos graficarlo como que el ser humano está interesado más en mirarse 'el ombligo' que de reconocer a los demás como sujetos de preocupación. El ambiente nos bombardea de mensajes que nos dicen que la vida es una y que por eso debemos de buscar la felicidad a costa de lo que sea, no importa a quien dejas en el camino. Mensajes como que el amor todo lo justifica, son parte de estas nuevas 'sirenas' actuales que buscan seducirnos.La familia es aquel lugar predilecto para aprender esta virtud. Allí uno aprende a amar, perdonar, compartir, etc. De manera muy personal creo que una de las condiciones que facilita el aprendizaje de estas actitudes es cuando se tiene la posibilidad de experimentar las diversas relaciones que se dan entre los integrantes de una familia. La relación con los hermanos, los abuelos, primos, etc. Qué gran aprendizaje nos posibilita esto, pues es una manera real de reconocer a otro como igual pero diferente a mí. Otro que es amado, tanto como yo, pero que a la vez tiene su manera de ser que lo hace muy diferente. Experimentar en familia también el dolor de una enfermedad nos enseña la importancia del otro y nos educa para salir de las propias necesidades y pasar a las de otros. La familia, en definitiva, es el gran taller que se nos regala. Allí podemos crecer y amar, ahí tenemos la oportunidad de vivir la solidaridad de manera real, cada día, cada instante. La familia es la verdadera cuna de la solidaridad, cuidemos de este gran regalo recibido pues no existe otro espacio como ella.