A la luz de diversos temas se ha ido instalando en nuestras conversaciones la necesidad de "ser tolerantes": se habla de tener una actitud tolerante, de construir una sociedad más tolerante, etc. Si bien la tolerancia es un valor que cultivar, me parece restrictivo su significado (la RAE lo define como: sufrir, llevar con paciencia). Peter Van Breemen, en su libro "Como pan que se parte", plantea cultivar el valor del "coraje" de la aceptación. Habla de "coraje" entendido como el "esfuerzo al ánimo" para ir más allá de la simple tolerancia y propone un compromiso, estable y permanente, de promover la "aceptación" de nuestras diferencias, en un clima de confianza básica que propicia nuestro desarrollo como personas constructoras de la sociedad actual. Esto responde a las necesidades más profundas de nuestro corazón: ser aceptados, apreciados, valorados y amados por lo que verdaderamente somos. Para graficar esto, Peter Van Breemen, cuenta la experiencia de algunos niños que padecen raquitismo y que arañan las paredes de las casas para obtener cal. Afirma que, de la misma manera, las personas que no se sienten aceptadas "arañan las paredes" para obtener aceptaciones de los demás. Por tanto, podemos concluir que no hay nada más nocivo en nuestra vida que la experiencia de no ser aceptado plenamente: Un bebé que no es aceptado, algo queda roto dentro de sí; un estudiante no aceptado por su profesor, le costará más aprender; un trabajador no aceptado por sus compañeros, padecerá estrés. La aceptación, por el contrario, nos hace sentirnos personas valoradas y dignas de respeto, libres para desarrollar nuestra manera de ser, para enmendar nuestros errores y para tener las mismas oportunidades de los demás. Los cristianos católicos hemos comenzado a celebrar el Mes de María. En muchos templos y casas nos reunimos en torno a la Madre de Dios para escuchar el mensaje de Jesucristo que nos sitúa en el proyecto de Dios de vivir como hermanos, unidos en la diversidad de manera abierta, respetuosa e inclusiva. Es un mes para corregir nuestro individualismo y nuestra falsa consciencia de autonomía y voluntad de dominio con el que decimos a los demás "te tolero, pero no te acepto, no te necesito". Teniendo como modelo a nuestra Madre, la Virgen María, cultivemos el "coraje de aceptarnos" porque es este el sentido más genuino del evangelio y de la verdadera fe de la Iglesia.
P. José Gustavo Segura Alarcón