Estamos en tiempo de Adviento y miramos ya de frente la Navidad. Lamentablemente lejos de ser un tiempo de reflexión y armonía, se vuelve para muchos un tiempo de estrés y agitación. Algunos padres padecen verdadero terror de preguntarles a sus hijos qué es lo que quieren para Navidad, pues ello significará endeudarse hasta el próximo fin de año. Se busca evitar la frustración del niño y por qué no decirlo, también la de los padres que gustan de contar qué es lo que le regalaron a sus hijos.
Es muy difícil bajarse de este ritmo y estilo que hemos adoptado casi sin darnos cuenta. La verdad es que poco tiempo nos queda incluso para reflexionar acerca de ello, pues la vida la asumimos muchas veces como una rutina que nos lleva a nosotros y no, al revés, como una rutina que nosotros debiéramos proponernos. En el fin de año parece que ya despertamos cansados.
Si bien esta situación se agudiza durante el período de Navidad es extrapolable a muchas circunstancias. Pareciera que a los seres humanos nos gustara vivir asfixiados. Los novios se estresan porque quieren casarse y esto pasa a ser desde un inicio un problema económico, ¿cuánto nos costará la fiesta? ¿entonces a quiénes no podremos invitar?. También sucede que los padres quieren tener hijos pero "necesitan" asegurarse que podrán darles todo lo que ellos quieran y sufren desde antes de tenerlos pensando en los gastos que vendrán.
Si analizamos todo esto, la felicidad pareciera que está presente sólo en los momentos excepcionales, en aquellos que podemos gastar y cumplir nuestras expectativas ideales. Lamentablemente o afortunadamente la vida está más cargada de momentos rutinarios, lo que sucede en lo cotidiano es lo que en definitiva marcará nuestra vida. Por ello es tiempo de decidir cómo de verdad queremos vivir. Para ello es mejor disfrutar cada mañana con el pan con mantequilla que esperar tener un buffet libre para sonreírle al día.
El adviento nos ayuda a mirar lo sencillo, lo simple, lo cotidiano y a reír en familia con la bendición de tenerla cerca. Es momento de pensar cómo queremos vivir y volver a sentir que la vida también la decidimos nosotros con cada opción que tomamos. Ojalá que no se nos pase el tiempo, y así la vida, esperando lo extraordinario para ser felices. Muchas veces lo esencial, como dice el zorro al principito, es invisible a los ojos.
Paulina Benavente Vargas,
Máster en Psicopatología, Obispado de Chillán.