Con la mirada en el cielo
Algo que solemos olvidar quienes habitamos el ecosistema del emprendimiento es que todo gran empresa incluso con siglos de tradición partió simplemente de una idea y de la convicción de un emprendedor de transcender a través de ella.
Y digo que es algo que se suele olvidar porque en el reino del eufemismo y el chaqueteo resulta más fácil negarnos a reconocer que el camino natural de todo emprendimiento es transformarse en empresa una vez que inicia su puesta en marcha y valida un modelo de negocio.
Es un juego peligroso por que en ese renegar , no solo se reniega de la caricatura del empresariado abusivo y maximizador de utilidades a todo precio, se reniega también de la posibilidad de soñar en grande, de acoger esa cuota de ambición imprescindible que nutre al emprendedor y su idea cuando visualiza en que se traducirá todo su esfuerzo, tiempo y recursos.
Es ese momento donde cada emprendedor se fija los limites de su mundo, el tamaño de la oportunidad que ha identificado, en otras palabras de su mercado y el impacto que puede generar. No es un azar y aun cuando se puedan atribuir aspectos como la cuna, el apellido o hasta el color de sus ojos, nada determina en un 100% cuan alto alzara la mirada un emprendedor y cuan grande o pequeña será su empresa.
Solo para ilustrar lo invito , más bien los desafío a conocer las ideas e historia de los emprendedores ganadores de la ultima versión del concurso Vuela Alto y a sorprenderse con su visión y su trabajo. Lo desafío a sobreponerse a su primer pensamiento que seguro va por la línea de "eso ya existe" "no funcionara" "mi idea es mejor" y lo invito a contagiarse de la posibilidad que no existen limites o mejor dicho a proyectar cualquiera de sus ideas a pesar de ellos y sorpréndase.
Sea valiente, imagine su idea, su emprendimiento más allá de su comuna, de su región, de su país, del mundo, imagínelo más allá de si mismo y trascienda. Eleve su mirada y atrévase a volar alto y rodéese de la oportunidad, si anhela volar como las águilas, no piense como gallina.
Josefa Villarroel