Crisis institucional
Cuando escribo estas líneas, todavía nos encontramos sumidos en la sorpresa que nos dejó la decisión de la Presidenta Bachelet de cambiar a todo su Gabinete, en un firme golpe de timón.
Me extrañó la forma y el momento, lo confieso. Porque la manera de hacerlo, a través de un programa de televisión, presentado por una persona alejada del tema político, demuestra que fue más una improvisación que algo programado. Supongo que sus asesores comunicacionales no pudieron implantar su criterio de formalidad y conveniencia. Por la experiencia que tengo, este tipo de entrevistas o apariciones públicas, son pactadas con anterioridad. Y además, antes de llegar a ese pacto, las entrevistas son analizadas en profundidad con los asesores y expertos sobre lo que se va a decir, cómo se va a decir, cuándo y a través de qué medio.
Tampoco hay que ser muy adivino para darse cuenta de que los partidos políticos quedaron al margen del anuncio realizado por la Mandataria. La cara de sorpresa, las divagaciones, las declaraciones con palabras entrecortadas de algunos líderes políticos así lo demuestran. Además, si lo hubieran sabido con anterioridad, alguno se habría dado cuenta de que resultaba altamente inoportuno hacer un anuncio de tal calado, justo cuando Chile se presentaba ante un tribunal Internacional, con el Ministro de Relaciones exteriores encabezando la delegación de nuestro país.
Afortunadamente, el Canciller Heraldo Muñoz es una persona de una ecuanimidad a toda prueba, con una inteligente serenidad, que supo responder a la prensa en La Haya señalando con claridad que seguiría cumpliendo con su deber de defender los intereses de su país.
El panorama, entonces, nos deja a un Chile que enfrenta una crisis política de gran calado, con una clase política en sus horas más bajas, desprestigiada por la corrupción destapada en las últimas semanas. Con la gran reserva de la credibilidad ciudadana, como Michelle Bachelet, también bajando en las encuestas. Y, lo que es peor, enfrentando dramáticas situaciones con los desastres naturales que nos han azotado masivamente.
Es la hora, entonces, de la responsabilidad general de asumir esta situación con la mirada ancha y generosa, con la grandeza de espíritu y con la razón primera del bien común. Con las instituciones funcionando con rigor, con la asunción de la autocrítica descarnada, con las ideas nuevas y las manos limpias, con una oposición responsable y constructiva, pero por sobre todo, con el compromiso de volver a reponer las bases del sistema democrático que nos permitirá vivir y desarrollarnos en paz.
Miguel Ángel San Martín