Ariel Yévenes

Una preocupación recurrente en los usuarios, al momento de acceder a servicios financieros vía plataformas electrónicas, es el grado de seguridad que ellas pueden ofrecer al momento de realizar transacciones. Por cierto, dicha preocupación es cada vez más razonable, conforme los medios dan cuenta de hechos relacionados precisamente a la violación de medidas de seguridad, no obstante las acciones que las entidades implementan en ello. Desde luego, hacer frente a esto implica un fuerte desafío para el sistema financiero chileno en, a lo menos, dos aristas de compleja relevancia. En primer lugar, conforme los avances tecnológicos surgen, se torna imperativa la implementación de nuevas medidas de seguridad por parte de las entidades financieras. En este sentido, toda vez que los avances adquieren cada vez mayor dinamismo, se requiere de las entidades un esfuerzo permanente de innovación tecnológica, el cual resulta cada vez más complejo desenvolver en tanto proceso, dada la velocidad, variedad y heterogeneidad del cambio técnico. En segundo lugar, implica para las entidades desarrollar una labor constante de capacitación extendida hacia sus clientes, en un lenguaje sencillo y acorde a nivel de usuario, respecto al uso adecuado de las plataformas y sus medidas de seguridad, en consistencia a la disposición de nuevas herramientas tecnológicas. En ello, la evidencia indica que aún queda un camino bastante largo por recorrer, más aun cuando se observa que el cambio tecnológico parece ser bastante más veloz que el cambio social. A estos dos vectores refiere el plantearse entonces una innovación compleja, permanente y extendida. No sólo comprender la innovación como la disponibilidad de nuevas herramientas sino que también enfatizar en cómo ellas se insertan eficazmente en la sociedad. Es un desafío no fácil de abordar, pero fundamental, para construir confianza colectiva y capitalizar la eficiencia que las nuevas herramientas tecnológicas prometen.