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En su reciente novela "La felicidad de los niños", el escritor Sergio Gómez utiliza el género policial para contarnos la pesquisa de Plinio Jáuregui, un periodista del sur profundo que sigue las pistas tras la desaparición y posterior asesinato de un niño.
- ¿Por qué el género policial es una cantera inagotable?
- El policial es inseparable del realismo. Y como el realismo pasa por un momento de desprestigio en el arte en general, la novela negra lo reivindica como uno de los mayores temas literarios que existe, esto es, investigar cómo nos matamos entre nosotros. Esa pregunta horrorosa nos obsesiona desde Edipo: cómo podemos aniquilarnos con tanta constancia y regularidad. El policial con su intriga, su procedimiento investigativo, es una novela entretenida, rápida de leer, adictiva.
- Un niño asesinado debe ser una de las cosas más feroces. ¿Por qué quisiste hacer este policial centrado en ese hecho?
- Los policiales literarios se alimentan, por así decirlo, de los grandes miedos sociales: cómo reaccionamos a aquellos, cómo nos identificamos, por lo general, apartándolos de nuestra realidad. La literatura, al contrario, los pone por delante.
Sobre el protagonista y el diario que dirige en provincia, Gómez confiesa que es una mirada nostálgica y pintoresca, además de algo machista, frente a un "futuro tecnológico insoportable".
Para este "escritor de provincia que vive secuestrado en un rincón de Ñuñoa", la meta es contar historias entretenidas y plantear algunas ideas de ese choque entre pasado y presente.
"Plinio es la forma que me di de escribir sobre el sur de Chile, de mi lugar de origen sin recurrir al folclorismo o el pintoresquismo. Es decir, hablar de provincia sin sentirme provinciano. Lugares donde se une claramente un pasado -por lo general idealizado de la provincia- y un presente más o menos pervertido por la modernidad de las grandes capitales", sentencia.
- Sitúas todo en un lugar llamado Vertiente Baquedano, un sitio de pasada gloria, con líneas de trenes abandonadas y explotación maderera floreciente. Cuéntame más sobre ese sur del que escribes y por qué eliges esa mirada.
- Vertiente Baquedano es un lugar ficticio que podría estar hacia la cordillera, más allá de la ciudad de Los Ángeles, al inicio de la región de La Araucanía. Es un lugar inventado que está presente en todo lo que he escrito. Un pueblo que tiene mucho de Nueva Imperial, donde viví parte de mi niñez, un viejo pueblo del sur, con todos sus lugares comunes de lugar tranquilo, para postales, pero mezclado con los vicios de las ciudades grandes, los defectos escondidos debajo de la alfombra. Vertiente Baquedano me permite crear calles, personajes, fundadores del pueblo, autoridades, que son un resumidero de los pueblos del sur de Chile, pero también universos acotados donde ocurren historias de todo tipo.
- Diste forma a una buena cantidad de personajes, con nombres muy peculiares y que toman carne en sus gestos y dichos. Aun así evitas las descripciones físicas detalladas en las que otros autores se detienen; quizás a las mujeres les dedicas más rasgos físicos. ¿Por qué adoptaste esta forma, para que el lector imagine lo que quiera?
- Nunca me han parecido adecuadas las descripciones detalladas, para mí carecen de relevancia. Nadie retiene esos detalles, sí las acciones de los personajes. El exceso de descripciones, que tiene maestros -Proust, Flaubert- sigue la línea de la novela decimonónica, es decir, del pasado. El escritor que quiera utilizarlos en el presente está en todo su derecho, pero a mí me provoca algo parecido a la exasperación y al sopor porque atentan contra la fluidez de la lectura.
- Describes muy bien y con mucho gusto la comida y las bebidas y lo reconfortantes que son. ¿Por qué esos espacios dedicados al tema? Entiendo que otros se aplican a detallar decorados y quizás sus razones tendrán. ¿Cuáles son las tuyas por la comida, o es simplemente el deleite visual de la lectura?
- Conscientemente intenté utilizar un tema secundario de las novelas policiales donde algún personaje es un sibarita o un experto cocinero (Vázquez Montalbán, Andrea Camilleri, por ejemplo), pero quise poner un sello diferente al hacer hablar de cocina a Plinio o su amigo El Turco, porque están exclusivamente interesados en la comida chilena, más aún, en la comida regional. Plinio, por su parte, se cree un conocedor de la historia de la comida chilena. Su biblia es ese magnífico libro de Eugenio Pereira Salas que es "Apuntes para la historia de la cocina chilena". Su regionalismo en la comida y en otros aspectos es parte de su lucha contra la capital, la que comparto solo en parte.