Autor de "La vida eterna de Phineas Gage": "Vivimos en la incertidumbre"
LIBRO. La curiosa historia de Phineas Gage, un hombre que vivió en el siglo XIX y que por accidente se voló parte del cráneo, obsesionó al periodista Francisco Aravena, y lo llevó a escribir y publicar su primera novela.
En su primera novela, el periodista Francisco Aravena (Viña del Mar, 1975) cogió una hebra desde el complicado ovillo de la mente humana y devanó la historia de Phineas Gage, un hombre que por accidente se voló la tapa de los sesos y sobrevivió a eso casi una década.
Parte de ese tiempo, en el que "Gage, ya no era Gage", deambuló entre Santiago y Valparaíso manejando un carruaje de seis caballos por la vieja ruta que abrió Ambrosio O'Higgins.
Te obsesionaste con la historia de Phineas Gage, ¿hace cuánto tiempo la venías desarrollando?
La historia la encontré el 2003, es decir, entre encontrar la historia y publicar el libro pasaron doce años.
¿Y cómo la hallaste?
A principios de 2003 estaba en Nueva York, haciendo un máster, cuando leí una entrevista a un neurólogo que se llama Antonio Damasio en el New York Times. Allí hablaban de un libro anterior suyo, "El error de Descartes", donde narraban el caso de Phineas Gage, este trabajador ferroviario que producto de un accidente muy particular pierde la capacidad de sentir. Me intrigó muchísimo, así que partí a la biblioteca y lo leí y me encontré con el dato de que Phineas Gage había vivido en Chile, que había trabajado en Valparaíso entre 1852 y 1859. Después las fechas se corrigieron mientras estaba investigando y lo situaban en 1854. La historia, que ya era buena en sí, se puso más entretenida por el hecho que hubiese estado en Chile.
Entonces Aravena empezó la labor de contar la historia. "Empecé a leer mucho, por un lado, de neurociencia, y por otro lado sobre las ciudades donde transcurre la historia: Boston, Vermont, Santiago y Valparaíso". Hasta que llegó a un punto donde se dio cuenta que no obtendría más datos sobre el paso de Gage por Chile.
"Si no eras un empresario establecido y conocido era muy difícil que hubieran registros sobre ti en una ciudad tan cosmopolita, dinámica y desordenada como era Valparaíso en esos tiempos", cuenta el autor.
A Aravena le fue muy útil la sección "Hace 150 años" de El Mercurio. "Durante mucho tiempo calzó con el tiempo que yo estaba tratando de reconstruir, me sirvió mucho para las observaciones cotidianas".
Frente al callejón sin salida de no encontrar datos fidedignos, Aravena optó por ficcionar su estadía en Chile bajo la voz del médico chileno Manuel Antonio Carmona (1810-1886). "De todas maneras ese espacio que inventaría lo quería respaldar rigurosamente, así que empecé a estudiar harto, a leer muchas crónicas de esa época", cuenta. "Fui a Boston dos veces a ver el cráneo del señor Gage, y también hice a Valparaíso un montón viajes para reconstruir el habla, las costumbres, las calles".
¿Y cómo fue esa inmersión en el siglo XIX?
En cierto sentido la distancia que nos separa hace comprende mejor la belleza de la historia. Si bien en el siglo XIX Chile ya estaba establecido como país independiente y república, no estaba ordenado y eran frecuentes las luchas internas, entre conservadores y liberales por ejemplo. La identidad nacional tampoco era algo asentado, en cada cosa que se emprendía había un esfuerzo desde ese naciente estado para refrendar su identidad y propósito, que es lo que finalmente gatilla la Guerra del Pacífico. Esa indefinición, ese momento como de nacimiento y lucha por forjar una identidad se observa también en las ciencias.
¿Cómo eran abordadas?
En América, Boston era el epicentro de este mundo en el que había que ponerse de acuerdo en las explicaciones científicas, por ejemplo cómo funciona el cerebro humano. Era, y lo sigue siendo por cierto, un gran misterio. Todo lo que se manejaba eran teorías que competían entre sí y las que se imponían tenían más que ver con juegos de poder que con evidencias científicas. Eso también le dio vuelo a la historia de Phineas Gage porque en ella se debaten diferentes teorías científicas. Su caso casi se volvió un fetiche.
Como periodista siempre le han fascinado los científicos, "gente obsesionada y apasionada de la que es entretenido escribir. Grandes ambiciones: entender más, no resignarse a las explicaciones disponibles, rebelarse contra esa pasividad.
¿Y qué crees que prueba el caso de Phineas Gage?
Que fue y sigue siendo atractivo ponerlo como un monstruo pero también arroja una potente luz sobre la neuroplasticidad, la regeneración neuronal. El conocimiento establecido, e indiscutido por cierto, era que nacemos con una cantidad determinada de neuronas y las va perdiendo durante su vida y ahí se acabó el cuento; pero la evidencia de la neurogénesis y la capacidad plástica del cerebro es relativamente nueva. Por eso el caso es tan bonito, porque sirve para muchas cosas, puedes hacer que funcione en relatos muy distintos. Hace que funcione una incertidumbre sana, de que la verdad no está cerrada.
La figura de Manuel Antonio Carmona
Fue uno de los grandes descubrimientos que tuvo Aravena, que dice que "aparte de ser un personaje basal en la neuropsiquiatría chilena por su solución del caso de la Endemoniada de Santiago, siempre persiguió nuevas interrogantes". "Su maestro, Lorenzo Sazié, también relevante. Un médico francés que viene al fin del mundo a formar otros médicos y se entrega al cien por ciento. Tanto así que muere por atender a sus pacientes. Un mártir", agrega.