Revoluciones por minuto
Ahora lo llaman vinilo. Antes le decían elepé. O long play.''Tengo un póster de los Beatles/ y un long play sensacional'', canta un colérico Ángel Parra padre en 1969, en un elepé que de hecho es sensacional, con insolente carátula rockera para ser de un hijo de Violeta Parra, y con psicodélica foto hippie para aparecer en un país a punto de debutar con gobierno socialista y Unidad Popular. Revoluciones de una época prensadas en un disco de 33 revoluciones por minuto. El vinilo ha girado junto con más de medio siglo de historia de Chile, y la suya ha sido una historia popular. Objetos de una época, los discos de larga duración son parte del mobiliario de los hogares chilenos de un tiempo que empieza con los años 50 y se extiende hasta avanzados los 80, asociado por igual al tocadiscos de mueble en el living de la casa, al revolucionario pick-up portátil para llevar al baile, al equipo modular tres en uno que ya traía dentro el germen de la casete o a las tornamesas sobre las cuales los discos de vinilo se han transformado hoy en artículos de colección. Cuando en las casas de Chile no había computadores, contestadoras telefónicas ni cocinas microondas, en ellas sí había discos long play. En muchas de esas casas debe estar al menos uno delos tres ejemplares siguientes, a modo de muestra casual: ese long play de clásicos a la dixie tocados por el trombonista Pee Wee Hunt; ese disco azul con una caricatura en la tapa y el título De farra con Los Cuatro Amigos; algún álbum del Festival de San Remo con una modelo en la playa. O bien puede haber uno de estos tres vinilos chilenos: el disco de Gloria Simonetti en el Teatro Municipal con los titulares de la prensa en el reverso del sobre; el long play de Buddy Richard con toda una orquesta en el escenario del cine Astor; esa simple carátula con letras rojas sobre fondo negro y firmada por Vittorio Cintolesi que anunció el nombre de The Ramblers en el mundialero año de 1962. De vinilos chilenos como esos tres últimos hay una pila en este libro. Sobre los tocadiscos, los pick-up, los equipos modulares o las tornamesas de este tiempo han girado microsurcos de Lucho Gatica, Vicente Bianchi, Los Huasos Quincheros, Palmenia Pizarro, Los Blue Splendor, Quilapayún, Los Cuatro Cuartos, Aguaturbia, Víctor Jara, Los Ángeles Negros, Illapu, la Sonora Palacios, Frecuencia Mod, Florcita Motuda, Los Jaivas, Hirohito y su Conjunto, Los Prisioneros y cientos más. El seleccionado nacional del long play es de ancha convocatoria, y varios criterios son atendidos en esta elección. Ahí valen la inmortalidad de la música que se oye en los clásicos populares chilenos de estas décadas, lo mismo que la importancia del diseño de las carátulas que hay en colecciones como las de la combativa Nueva Canción de los 60 y 70, y al igual que el valor de la extravagancia que puede aparecer sin aviso en cualquier grabación y cualquier carátula. Bueno, bonito y/o bendito.
Adelanto del libro "Vinilo chileno, 363 carátulas"
Por David Ponce
Cuando en las casas de Chile no había computadores, contestadoras telefónicas ni cocinas microondas, sí había discos long play.