Pese a la incertidumbre con que en la comunidad chillaneja se esperó la llegada del Mundial de Fútbol Sub 17, que tuvo a nuestra ciudad como una de sus sedes más destacadas a nivel nacional, la imagen que el pasado miércoles se vio con un Estadio Bicentenario Nelson Oyarzún con 11 mil personas en las graderías reflejó que el evento que culminó este domingo no pasó inadvertido y desde será considerado como un verdadero hito en la historia deportiva de nuestra capital.
Chillán tuvo la gran suerte de albergar a un grupo -el C- que estuvo conformado por los equipos favoritos de obtener la copa y el título de campeón. Tanto México como Alemania -y en menor medida Australia y Argentina que de todos modos llevaron importante público y seguidores al recinto deportivo- respondieron a ese cartel. Asimismo, la ciudad fue testigo de la última participación de la Rojita dirigida por Miguel Ponce, al caer en un entretenido duelo ante México. Aparte de Santiago y Viña del Mar, Chillán fue el único escenario de regiones en recibir al seleccionado nacional.
Más allá de lo futbolístico, la ciudad demostró que puede organizar y recibir grandes eventos deportivos, pues cuenta con alojamientos suficientes, la infraestructura necesaria, lugares de entrenamiento adecuados para las mejores selecciones del orbe y sobre todo un paisaje único y envidiable, que permite además propiciar al turismo como una industria en desarrollo.
En tanto, entre los aspectos que quedaron en deuda, a los ojos del turista extranjero, estuvo la presencia de perros vagos en las calles (algo que conoció de cerca la selección de Alemania), la poca disponibilidad de piscinas que son importantes para la labor de entrenamiento y puesta a punto física, como también las fallas que mostró Estadio Seguro para permitir un acceso expedito de los hinchas durante los primeros encuentros jugados en la sede de Chillán. En cuanto a la seguridad, sin duda que Carabineros realizó una labor loable, tanto en el resguardo de las delegaciones extranjeras como en la labor preventiva en el perímetro y acceso al estadio.
Una vez más, el único "pero" podría estar en el comercio establecido, aunque bien cabe señalar que la ausencia de vendedores ambulantes fue también un aspecto aplaudido a nivel local.
Chillán vivió en definitiva una gran fiesta del fútbol, demostró que los estadios pueden ser lugares que congreguen espectáculos masivos y seguros para asistir en familia, y también que hay un público ávido de ver eventos de calidad. Esperamos que el mismo entusiasmo se mantenga para apoyar en las próximas fechas de local a nuestro club de Ñublense, próximo a festejar sus 100 años de existencia.