Cuando hace pocas semanas la ONU publicó su "Reporte de Felicidad" y situó a Chile como el país número 24 entre los más felices del mundo, preguntamos en qué índices se basó para afirmarlo. Los problemas que vivimos revelan claramente que distamos muchos de ser líderes en cuanto a felicidad.
El lunes último se conoció el Índice para una vida mejor", elaborado por la OCDE. La conclusión fue abismante, pero más realista: Chile es la tercera nación del mundo con peor calidad de vida. ¿Por qué? Por sus pobrísimos resultados en cuanto a vivienda, ingresos empleo, sentido de comunidad, educación, medioambiente, compromiso cívico, salud, satisfacción existencial, seguridad y desequilibrio entre vida familiar y el exceso de horas de trabajo.
Lo que dice la OCDE es cierto. Lo sabemos, lo estamos viviendo. Lo confirman muchos estudios. Lo ratifican nuestros elevadísimos índices de ansiedad, estrés, trastornos del sueño, estrés, depresión, etcétera. También, los rostros tensos de la mayor parte de la ciudadanía en las calles, los conflictos familiares, laborales, etcétera.
El reporte de la ONU pecó de optimismo o fue elaborado con excesiva generosidad. El según informe es más realista. La felicidad, si bien es personal, hace mucho tiempo que se debilitó y fue reemplazada por un estilo de vida agobiante. Hoy imperan el mal humor, la agresividad, el miedo a perder el trabajo y la salud, el temor en el campo laboral. Muchos pretenden reemplazar el pesimismo colectivo con aspirinas, como el fútbol y el consumismo. Pero claramente son insuficientes. Por ejemplo, ya pasaron los tiempos en que la disputa de una copa deportiva provocaba explosiones de alegría. Hoy, muchos falsos hinchas eligen el camino de "celebrar" protagonizando todo tipo de desmanes, incendiando vehículos o enfrentando a la policía.
Durante muchos años, el columnista firmante ha investigado el tema de la felicidad. Si bien no depende de factores externos, sin duda está vinculada directamente a la calidad de vida.
La infelicidad o insatisfacción que vivimos está directamente vinculada con el cambio socioeconómico del país. Creció en lo material. Se empobreció en lo espiritual. Hasta el exceso de tecnología nos hizo mal, porque desconectó a las personas. ¿Quién conversa hoy son su familia o con sus amigos? Pocos. La mayoría prefiere consultar las pantallas de sus celulares, en busca de mensajes imaginarios o reales. Y si se siente aburridos, salen a un mall, a comprar o a mirar.
Todavía es tiempo de reaccionar. La invitación queda abierta.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.