"Entrenábamos mañana y tarde y muchas veces no había agua caliente"
En 1992 Ñublense deambuló por canchas que realmente eran potreros, se enfrentó a rivales con nombres extintos y a los cuales les propinó goleadas de infarto. Pero en la liguilla final que se jugó en Quillota la situación cambió drásticamente y uno que recuerda el ascenso de Tercera a Segunda División fue Héctor "Tito" Poblete.
El hombre en punta llegó a Ñublense en 1988 proveniente de Cobreandino, donde fue compañero de Iván Zamorano, y mantuvo su estadía en la escuadra Diabla hasta 1994. El formado en Magallanes supo de ascensos y descensos en Chillán, ciudad que lo marcó a fuego y en la cual decidió quedarse.
-¿Qué recuerdas de tus años en Chillán?
Venir a jugar a Chillán era complicado, porque el equipo no dejaba entregar puntos, la gente te exigía. Además, la barra del mercado metía mucha presión, había una tremenda motivación, cuando jugabas por ese lado sentías la presión.
-¿Deportivamente qué recuerdas de ese tiempo?
Fue complicado porque todo se basaba en la parte económica, si no te pagaban era lógico que bajara el rendimiento. Por Ñublense pasaron grandes jugadores, se hicieron buenos planteles y creo que el año 1991 fue el más crítico para nosotros porque a pesar de tener un buen equipo terminamos bajando porque no nos pagaban y eso repercutió en otros problemas. Muchos nos quedamos para el año siguiente y la idea fue que Ñublense regresara al sitial que se merecía.
-¿Cómo se vivía sin sueldo durante un par de meses?
Los que éramos de afuera y teníamos familia, teníamos que gastarnos los ahorros de años anteriores, por ejemplo, en mi caso pude guardar plata de cuando estuve en Cobreandino.
- ¿Cómo fue la liguilla en Quillota en 1992 por la final de la Tercera División?
En el primer partido empatamos a cero con Ovalle y luego con Curicó a uno, me acuerdo que corría el minuto 85 y perdíamos, me tiran un centro y le pego de cabeza y la pelota se fue al ángulo izquierdo y cuando celebro el gol hice un gesto de alegría, me ponen una tarjeta amarilla y no pude jugar la final. El último partido fue Ñublense con San Luis y ganamos 4 a 2 con dos goles de Larry Aliaga y dos de Mario Lagos y logramos subir.
- ¿Qué recuerdas de esa campaña a grandes rasgos y de la liguilla en particular, más allá de lo futbolístico?
Pasamos muchas penurias e incluso a esa liguilla no llegamos prácticamente con nada, viajamos con muchas cosas que hizo la ciudad como colectas para poder comprarnos buzo y zapatillas, y viajar uniformados; las compramos a crédito en casa Zarzar, viajamos impagos, hacía seis meses que no recibíamos sueldo. Nos alojamos en Olmué, no tuvimos cena después del viaje. Pero uno se encariñó con la ciudad y jugamos por respeto a la gente, sobre todo la del mercado que nos iba a dejar mercadería a las casas.
Fue un año crudo, muy malo, entrenábamos mañana y tarde, y muchas veces no había agua caliente en los camarines para bañarse y hay mucha gente que no sabe eso. Entrenábamos en la Papelera o en una cancha en el puente Ñuble, en la cual habían ovejas pastando. Pero todo se hacía por el cariño a la institución. Ese año comenzó con una gran incertidumbre, no sabíamos en qué tipo de canchas íbamos a jugar. Todo era muy amateur, equipos que apenas y se juntaban el domingo para jugar. Había que sacar animales de las canchas antes de jugar y todo eso nos tocó el amor propio.
-¿Alguna anécdota antes de la final?
Antes de jugar la final con San Luis hubo un temblor grande en Quillota y nosotros pasamos casi toda la noche despiertos tratando de comunicarnos por teléfono con nuestras familias que estaban en Chillán para saber cómo estaban. Nos quedamos dormidos como a las cinco de la mañana, pero le pusimos ganas.
- ¿El recuerdo del hincha en esa final?
Recuerdo que fueron cerca de dos mil personas que hicieron un viaje súper largo y sacrificado. Me acuerdo de gente que lloraba, son cosas que te quedan marcadas. De regreso en el hotel de Olmué la gente nos acompañaba y nadie se quería ir, nos daban las gracias por todo lo que hicimos y ese fue el mayor premio, más allá de las luchas que te quedaron debiendo. A la larga eso se te abre puerta y es por eso que mi segunda casa es Chillán, acá me quedé por el agradecimiento de la gente.
-¿Qué importancia tuvo Esaú Bravo en esa campaña?
Era un técnico muy motivador, muy padre, siempre a uno le tocaba el amor propio, nos decía que los objetivos se alcanzaban teniendo presente a nuestras familias, el esfuerzo se tenía ver reflejado en la gente que dejábamos atrás. En Quillota estuvimos cerca de 10 días sin ver a nuestras familias y fue por eso que en el partido final dimos todo nuestro esfuerzo. Es por eso que siento que ese partido lo ganamos con el corazón.
- ¿Qué técnicos te marcaron en Ñublense?
Aparte de Esaú Bravo, Rolando García.
-¿Mejor compañero en Ñublense?
Muchos, pero mi partner es Juan Jiménez. Ahora tengo muchos amigos futbolistas como José Rojas, Carlos Parra, Héctor Pineda, Eduardo Sepúlveda y Miguel Carbonell.
-¿Mejor dirigente de Ñublense?
Juan González y Horacio Bórquez.
-¿El mejor gol?
No sé si será el mejor, pero si el más importante, el que le anoté a Curicó en la liguilla.
"Ahora trabajo en la escuela de fútbol de Ñublense en San Ignacio, donde el alcalde Wilson Olivares confía en lo que hacemos". "Ahora Ñublense tiene un buen complejo donde entrenar y trabajar, antes la situación era diferente".
1992 Ñublense
Fue campeón de Tercera División. Poblete era el puntero del equipo que se alzó como el monarca en la liguilla de Quillota.