Un alcalde de una comuna popular de nuestro país, tuvo la feliz iniciativa de investigar cómo doblarle la mano al negocio farmacéutico. Y llegó a la conclusión de que existía una fórmula legal que estaba al alcance de la mano. Y le puso como nombre "farmacia popular".
El hecho causó tal revuelo que, al poco tiempo, muchas comunas de nuestra larga geografía comenzaron a copiar el sistema. La cosa es simple: se busca evitar los intermediarios, los especuladores que, aprovechándose del monopolio, fijan los precios que quieren. O sea, saltarse ese enorme y pesado eslabón del abuso, buscando el beneficio de los más necesitados de nuestra sociedad.
En Chillán se llama farmacia comunal. Da lo mismo cómo se llame. Lo importante es que se abre una compuerta para los vulnerables, para los marginados, para los pobres. Todo no es más que gestión, buscando acortar los tramos de la desigualdad, rompiendo las murallas del abuso, del negocio descarado.
Ya se han abierto las inscripciones de este tipo de farmacia en Chillán. Y la gente acude masiva y esperanzadamente. En la sede central de la Municipalidad, en las oficinas de la DIDECO, en los centros municipales de salud (Cesfam). Y los requisitos son mínimos: un documento que acredite residir en Chillán, el carnet de identidad y una receta con fecha inferior a los seis meses.
Una vez inscritos, las listas de medicamentos son enviadas a la central de abastecimiento y, en un plazo de semanas -al comienzo-, llegarán las medicinas solicitadas a un precio infinitamente menor. Por esa demora, el sistema es potencialmente para los enfermos crónicos, para aquellos de tratamiento a largo plazo. Más adelante, cuando el sistema ya esté en marcha regular, las medicinas solicitadas tardarán menos en llegar.
Es fácil el hallazgo hecho por un alcalde preocupado de la gente sencilla y necesitada. Es gestión, pura gestión. Casi no hay ingenio en todo esto. Ahora se busca abrir las compuertas para solucionar otro tipo de necesidades que también son mantenidas en el tramo de la especulación. Las ópticas, por ejemplo. ¿Y los supermercados populares?...O sea, terminar con el abuso y la opresión.
En fin. Creo que ha llegado la hora de decir basta al sistema especulativo que nos agobia. Hora de implantar el precio justo de las cosas. Es hora de avanzar efectivamente hacia una mayor equidad. La salud es un derecho de todos. Y la calidad de vida digna, también.
Miguel Ángel San Martín Periodista.