El mundo horizontal de Matías Rivas
El autor, editor y columnista acaba de publicar dos libros: "Interrupciones", con ensayos sobre literatura, y "Tragedias oportunas", con poemas de alta temperatura. En ambos, la cama se repite como un mantra en su escritura.
Un poema de Matías Rivas termina así: "Después apago la ampolleta, que ahorca la noche,/ y me echo a ver televisión./ Duermo vestido/ hasta que me despiertan los calambres". Ese es el mundo que aparece en los dos libros que acaba de publicar: "Tragedias oportunas" (Ediciones Tácitas), un conjunto de poemas, e "Interrupciones" (Hueders), recopilación de ensayos sobre literatura.
Ambos libros, aunque distintos en su forma e intención, recrean la vida de quienes reposan, se echan en la cama cansados o aburridos, incluso de aquellos que prefieren pensar en vez de actuar. Es la "vida horizontal" de la que habla Rivas, editor, director de la Editorial Universidad Diego Portales, columnista y panelista de radio.
-Suena extraño que quisieras publicar dos libros en tan corto tiempo. Da la impresión que quisieras ir un poco contra la corriente con ello.
-Tiene que ver, sobre todo, con los tiempos vitales. Me acuerdo que publiqué mi primer libro el año 98 y no publiqué por mucho tiempo, porque me dediqué a ser editor. En esa época compartí bastante con Gonzalo Millán, a quien le contaba mi urgencia por publicar, y me dijo: a los cuarenta, preocúpate. Y bueno, esto también tiene que ver con los azares de la vida. Publicar, como escribir poemas, es también algo que sale o no sale.
-¿Y cómo nació la idea de publicar Interrupciones?
-La idea que teníamos con el editor, cuando leímos los textos iniciales, es que en ellos había una persona, un narrador, más que un conjunto de reseñas o ensayos. Lo que había era una persona que hablaba de libros, y en "Interrupciones" nos interesó acentuar eso, más allá que hayan sido publicados anteriormente en diarios. Por ende, los ensayos del libro no son interpretaciones o juicios sobre ellos, sino más bien una autobiografía literaria.
-Eso tiene que ver, un poco, con una cita de Auden que aparece en "Interrupciones", que dice que le interesaban más las anotaciones que los tratados.
-Sí. No creo mucho en los tratados. Incluso Auden tuvo la precaución -que es también un signo de elegancia infinita- de tomar muchos de sus ensayos y fragmentarlos para dejar la idea y botar todo lo que sobrara. Él tenía la idea de que en el mundo no se podían leer cosas tan largas y tan aburridas. Me interesaba subrayar la primera persona, su experiencia, sus mañas, sus problemas, y que también tiene un sentido de lo público, es decir, que puede ser ubicado en un contexto.
-En ese mismo sentido, en los ensayos de "Interrupciones" parece acentuarse la idea de que no se está escribiendo desde una posición de autoridad.
-No, por supuesto. El ensayo es una forma de eliminar la autoridad, académica o la que sea. Creo, más bien, en el ensayo como una forma de escribir parecida a la de un borrador, como si se mandara un recado; una especie de autobiografía donde se mezcla el tema con la vida, pero hacerlo de una forma horizontal con el lector. Por eso este libro no es un libro gritón, ni tampoco es un libro muy enfático.
-En "Interrupciones" se repiten ciertas formas de interpretación, como la persistencia de Barthes o Freud, que son quizás los maestros de la sospecha paradigmáticos del siglo XX.
-Ambos fueron lecturas muy importantes en mi vida. Barthes, sobre todo, por la elegancia de ser capaz de mezclar y pensar los textos, más aún en su última etapa. Lo mismo con Freud. De hecho, también, la psicología puede ser leída desde la literatura. Uno podría decir, más allá de creer en el psicoanálisis, que existe la posibilidad de leerlo literariamente, y de pensar que Freud fue un gran prosista. Por eso, tomarse en serio la lectura o leerla desde el punto de vista de quien la escribió es una tontera. Freud quizás lo escribió con un sentido científico, pero también existe la posibilidad de leerlo de otro modo, y así lo he leído yo. O también con un fin de autoayuda, intentando explicarme cosas. Freud tuvo la capacidad de ser ensayista, porque al leerlo uno no se encuentra solo con un académico o un científico. Fue uno de los grandes ensayistas del Siglo XX, nuestro Montaigne.
-Por el paso del tiempo, y ante las críticas, ¿no crees que haya perdido validez su interpretación?
-No, para nada. Eso es para la gente que le interesan las conclusiones. Freud pudo haberse equivocado mucho, pero lo que perdura es su estilo y su forma de mirar las cosas, incluyendo sus equivocaciones. A veces ellas son puntos de vista no completamente desarrollados. En ellas, como en otros grandes equivocados, hay mucho que aprender.
-En tu caso, al momento de escribir, ¿te da miedo equivocarte?
-Sí, siempre tengo escrúpulos. Cuando murió Auden, en su tumba pusieron algo así como que era un maestro de la duda y los escrúpulos. Pero claro, publicar siempre es un riesgo, y a medida que pasa el tiempo, y siendo editor, ese riesgo se convierte en algo mucho más extraño. Pero a la vez, publicar trae cosas buenas, como por ejemplo el contacto con lectores de forma horizontal.
-En la portada de "Tragedias oportunas" aparece una imagen muy íntima: la foto de un televisor tomada desde, al parecer, una cama. Los poemas repiten eso y hay un texto en "Interrupciones" que habla de la cama. ¿Qué te interesaba de eso?
-Me interesa mucho la vida horizontal más que la vida vertical. Hemos pensado la vida verticalmente. Todo está pensado y escrito verticalmente, pero pasamos la mitad de la vida de madera horizontal. Dormimos, nos enfermamos, leemos echados. Antiguamente existía una tradición de personas que vivían a cierta edad y no salían más, se "encamaban". Como Onetti, por ejemplo, que se dedicó a leer novelas policiacas en cama y a tomar whisky hasta el final de su vida. Siempre me interesó esa perspectiva, el de las horas muertas, el aburrimiento, que se apoyan en la cama. Existe también una tradición de artistas que se han adentrado en la cama. Gente que ha escrito sobre camas, pintores que han pintado camas. Hay un ensayo muy bonito de Joan Didion sobre estar en cama, por ejemplo. Hay toda una literatura sobre eso. Tiene que ver, sobre todo, con tener una posición con menos movimiento, y por ende sin la velocidad que tiene la vida vertical.
-Has dicho, sobre tu libro de poesía que te interesaba desarrollar lo cotidiano pero sobre las voces de otras personas. Quizás eso puede ser más difícil que crear una voz, ¿no?
-En realidad lo que yo escucho son tonos de voz, y lo que me queda es una frase nomás. Con esa frase, la imaginación literaria permite desarrollar al personaje. También me ha pasado leyendo. Cuando uno lee entrevistas el entrevistador, a veces, le pilla el tono al entrevistado. Yo intento estar atento a eso para robarlo y desarrollarlo, como en el poema "Inés".
-¿Cómo has convivido con los libros durante tu vida?
-Ahora, en mi casa, tengo un espacio con libros e intento que no sobrepase ese espacio, aunque nunca me resulta. No soy un fetichista, tampoco, no me interesa tener primeras ediciones de los libros ni nada parecido. Recuerdo que una vez vendí una biblioteca, de pobreza, y fue muy doloroso. Después pasé muchos años comprando libros intentando recuperar esa biblioteca perdida. Pero desde chico tuve una buena relación con los libros. Mi padre era muy buen lector y siempre hubo libros en mi casa. Por eso me parece importante que existan libros en las casas, para que los niños lean y que vean a sus padres leer. A propósito del tema de que los chilenos leemos poco, quizás tiene que ver con que vemos a poca gente leyendo y pocas escenas de lecturas.
-La labor en la editorial UDP ha sido generalmente reconocida. Como director de la editorial, ¿en qué crees que podría mejorar?
-Por sobre todo, que la reforma no nos destruya, eso es lo que más me interesa. La reforma no contempla que las universidades tengan cosas tan importantes como editoriales, como bibliotecas, que no solo deben mantener salas de clases. Tienen que mantener un ambiente cultural, investigación, y para eso se necesitan publicaciones, hacerse cargo de géneros literarios que no son comerciales. La reforma no expresa ningún apoyo a esos ítemes de la educación.
"En la cama"
Matías rivas sacó dos libros al hilo. dice que tiene que ver con azares de la vida y con que no había publicado en mucho tiempo.
Matías Rivas
Hueders
310 páginas
$14.000
"Interrupciones"
"Supermercado"
Matías Rivas
Ediciones Tácitas
77 páginas
$8.000
"Tragedias oportunas"
Por Cristóbal Carrasco
Extracto del libro "Interrupciones"
Por Matías Rivas.
Durante el verano, la fantasía de hibernar se me volvió más recurrente que nunca. En realidad, se trata de una fantasía que desde mi adolescencia nunca me abandona: estar en una pieza solo y tirado en la cama, como un oso en su cueva. Muchas mañanas de febrero, al despertar, se me venía de golpe a la mente una serie de recuerdos vinculados a estar en cama: enfermedades reales e imaginarias, castigos por mala conducta y siestas descomunales que acortaban tardes intragables. Nada mejor que abrir los ojos cuando ya era de noche, pese a que seguía siendo el mismo día.
También recuerdo estar desparramado sobre las sábanas, leyendo mamotretos que no soportaría nunca más. Y, sin ir más lejos, viví el último terremoto en mi cama, sin moverme ni estresarme. Dejé a mi familia asustada en la pieza de al lado mientras, como un irresponsable egoísta, me limité a abrir la cortina pegada al catre para observar cómo aparecían en el cielo esas luces ignotas, entre amarillas y rojas, que no se sabe de dónde vienen pero que alumbran los desastres como si se tratara de una escena teatral.
Si tuviera que determinar a qué obedece esa pulsión por habitar mi cama, creo que la respuesta más certera sería: por melancolía. La cama es un refugio, un nido y un ni cho. Quedarse en cama sirve para protegerse del frío, de la resolana o de cualquier pretexto climático que nos afecte. Obviamente, también para soslayar a los demás. Es una manera de inclinarse por el aburrimiento y la vida mental, en vez de la acción y el tráfago. Como no tengo la premura histérica de llenar el tiempo, ni creo que valga la pena molestarse en ello, prefiero la posición horizontal, el desierto de sábanas blancas que nos devuelve a la soledad y nos obliga a recogernos y recordar. Lo que sucede mientras estamos levantados es una rutina que vamos prefigurando, que controlamos con el reloj, mientras que lo que acontece cuando nos acostamos está fuera de orden. Nos pueden invadir pesadillas, ideas fijas, delirios, fugas mentales, sujeciones sexuales y frustraciones.
La literatura del siglo XX está saturada de vínculos con la cama. Esta relación se debe, supongo, a que parte de los proyectos de alto voltaje narrativo intentó relatar los acontecimientos psicológicos que envuelven la vida.
hueders
"Todo está pensado y escrito verticalmente, pero pasamos la mitad de la vida de manera horizontal".
Extracto del libro "Tragedias Oportunas".
Por Matías Rivas.
Por influencia tuya empecé a comprar duraznos.
Cuando íbamos al supermercado
tú siempre comprabas un par de kilos de duraznos
para tu hijo mayor.
En cambio, yo partía derecho a la sección pastas y carnes.
Llenaba el carro con lasañas congeladas, pizzas y salsas de tomates.
Recuerdo que comprabas una docena de huevos con Omega 3, queso fresco y quínoa.
Más de una vez te vi llevar yogurt natural y un kilo de uvas.
Hacíamos de estos encuentros un enredo fascinante de mensajes en clave con la ilusión de que pareciera casual
conversar en los pasillos abarrotados de comida
del supermercado más lejano de tu casa y cercano de la mía.
Hablábamos de amor con susurros histéricos,
nos hacíamos promesas calientes.
Incluso rozábamos nuestras piernas
agachados para sacar el azúcar rubia.
Después nos mirábamos unos minutos.
Me decías, cariño, en un tono suave
que súbitamente cambiaba cuando venía alguien.
Te gustaba tener fósforos en cantidad, por superstición.
Y te preocupabas de que nunca faltara en tu refrigerador el brócoli.
Con las compras listas partías a pagar,
mientras te esperaba en mi auto en el estacionamiento.
Lo mío eran solo un par de bolsas que echaba atrás.
Lo tuyo era alimento para tus hijos y tu marido vegetariano.
Le pedías a un joven que te ayudaran a llevar las bolsas a tu auto y que las descargara en la maleta.
Luego partías donde yo estaba,
cortando distancia por pasillos con autos estacionados.
Abrías la puerta y te lanzabas a mi cuello.
"No quiero que volvamos a pasar por esto.
Quiero que te cuides y te guardes para mí. ¿Entiendes, amor?".
Me tocabas entre las piernas para sentir si lo tenía duro.
Salías dando un portazo con mi olor en tu pelo.
Caminabas hacia tu auto sacudiendo tus caderas.
Ibas con pantalones apretados y botas negras.
Me quedaba fumando.
Encendías el motor, retrocedías,
y partías directo a tu casa.
"Freud pudo haberse equivocado mucho, pero lo que perdura es su estilo y su forma de mirar las cosas".