Al Padre Raúl con cariño
Infatigable defensor de los Derechos Humanos, que es signo viviente de la presencia y del amor de Dios.
Tengo la percepción de que no estamos acostumbrados a que algunas personas entreguen su vida en favor de los demás. Percibo más bien que nos hemos ido acostumbrando a que algunas personas atropellen la vida de otros; estamos habituados a esos informativos de violencia, hambre, torturas, etc. que reflejan constantemente nuestros noticieros. Pero hay personas que viven de otra manera, quizás nos parezcan pocas, pero pesan en la balanza más que todos aquellos orgullosos y soberbios que viven del odio, sembrando muerte y destrucción. Son las que viven preocupadas por el bien de todos, exponen sus vidas por los demás y hasta llegan a perderla, se despojan y son capaces de vivir en solidaridad, cargando con el dolor de los que sufren, sus pasos dejan huellas de amor y de verdad, con mirada feliz viven en el amor.
En estos días hemos tenido la alegría de compartir y celebrar el nonagésimo cumpleaños del Padre Raúl, hombre muy joven en sus noventa años. Quienes tenemos la dicha de conocerlo vemos en él al padre que vive preocupado de cada uno de nosotros: de nuestras alegrías, de nuestras penas y de nuestras esperanzas. Vemos en él al hermano que nos acompaña en nuestra vida. Vemos en él al amigo cercano, al compañero de grandes sueños y proyectos, memoria viva de nuestra Iglesia diocesana. Esto es, sin duda, el mejor reflejo de lo que ha sido su vida entregada por todos y cada uno de nosotros. Por eso valoramos y agradecemos los momentos compartidos, sus reflexiones, su sentido de la vida, del amor, del servicio y del Amor de Dios. Valoramos su talante espiritual reflejado en su gran hondura interior, la riqueza de su fe y la fecundidad de su vida que ha dado frutos de solidaridad, de respeto, libertad, comunión y amor entre nosotros.
A nuestro querido Padre Raúl, infatigable defensor de los Derechos Humanos, que es signo viviente de la presencia y del amor de Dios y un verdadero modelo de entrega total, vaya hoy nuestro humilde, sincero y cariñoso homenaje. Como comunidad agradecemos infinitamente a Dios por concedernos la gracia de compartir con un hombre como él, que nos invita y nos enseña a renovar siempre nuestra disposición a escuchar y servir, de la mano de quienes buscan hacer el bien.
P. José Gustavo Segura Alarcón, Magíster en Acompañamiento Psico-espiritual, Obispado de Chillán.