El pasado imperfecto de Cynthia Rimsky
En la novela "El futuro es un lugar extraño", el libro recién lanzado de la escritora chilena, "La Caldini" trata de recordar quién fue y no puede. Su juventud y los sueños se esfumaron. La autora de esta ficción atrapante estuvo de paso en el país y escarba en el olvido histórico.
La autora chilena puso en la portada de su libro los nombres de estrechas callecitas bautizadas con grandes ideales en un sector de el salto: abnegación, diginidad, valor, libertad.
En 1987, cuando Cynthia Rimsky era una joven estudiante de Periodismo, se largó a conocer Centroamérica. Para que sus padres no se asustaran les dijo que con su novio darían una larga vuelta hasta México para poder cruzar el Atlántico y desembarcar en Europa, donde seguiría estudios de postgrado. Su propósito secreto era asistir a lo que restaba de la Revolución Sandinista, quizás animada por el mismo designio que enuncia "La Caldini", protagonista de su novela "El futuro es un lugar extraño", que acaba de lanzar en Chile: "En la disyuntiva de dar o no la vida por la revolución, la joven de 20 decide ir primero a conocer una revolución. Y cuando vuelve de Nicaragua ya no hay motivos para dar la vida".
Al igual que ella, y casi 30 años después, leyó viejos cuadernos y cartas sobre un viaje al corazón de la revolución, y recordaba poco, casi nada. "Empecé a pensar cómo sería escribir un libro sobre la dictadura y me empecé a dar cuenta que había una amnesia ahí. Con mis amigos nunca conversamos de ese tiempo, a pesar de que todos vimos nuestras vidas bastante afectadas", aclara.
También explica que le interesó este personaje que al no poder recordar intenta representar a través de otras cosas y hacer una reconstrucción de época, ese recordar no a partir de hechos reales sino de representaciones parecidas. Un método que dice tomó del escritor japonés Juro Kara, específicamente de su libro "La carta de Sagawa".
Lugares y grietas
Al igual que en otras de sus novelas hay lugares y memorias. Esta vez circulamos por el río Mapocho y el Paseo Bulnes sin la Llama de la Libertad, por la sinuosa Avenida La Paz en moto y por un barrio de El Salto, en Recoleta. Este último nombre topográfico hizo alucinar a la autora junto a un puñado de estrechas callejuelas con nombres de grandes ideales que replicó en la portada.
Rimsky vive hace cuatro años en Buenos Aires y no deja de impresionarle lo olvidadizos que somos, lo poco que revisamos nuestra historia y la manía por lo nuevo. "Creo que tiene que ver con una constitución de país que es muy frágil. Siempre se trata de negar lo que ocurrió y no releer", apunta.
En 1988 regresó de Nicaragua a un Chile que se abría a una transición, ya no había tantas peñas y el new wave traía otros aires. Recuerda que fue complejo sobrevivir a ese cambio e insertarse a los nuevos tiempos. Terminó los ramos de Periodismo, pero no se graduó y el trabajo en los medios de comunicación la dejó con un mal sabor. "Te empezaban a decir que no, que esto era muy profundo, que eras muy crítica, que la idea era entretener a la gente, que la gente era tonta, entonces había que darle todo comido. Todo empezó a ser lo contrario de lo que uno pensaba", recuerda.
-¿Por qué incluiste el terremoto de 2010?
-Me impresionó mucho el terremoto de 2010 y creo que a partir de él se empezó a hablar más, se empezaron a ver cosas que antes no se veían e inmediatamente después vino el movimiento estudiantil. Quise hacer esa relación, que a partir del terremoto de 2010 se vino a la superficie un montón de cosas que no queríamos ver. Aproveché esa figura de que en Chile siempre están como reparando, me pareció interesante trabajar ese sentido de la grieta.
-¿Cómo recuerdas los ochenta?
-Muy contradictoriamente. Por un lado fue una época que efectivamente coincidió con mi juventud, cuando teníamos todos grandes ideales, se creía que se podía cambiar la sociedad, y por otra parte había un temor tremendo a Pinochet y todo su aparataje represivo. También había una pobreza que dolía mucho. Las tomas de terreno eran tremendas y la represión también. Hubo mucha gente que murió y acá nos olvidamos de eso. También había intensidad y se sentía que se podía cambiar el mundo, eso era una cosa muy loca, contarla ahora suena raro, tampoco quiero hacerlo como algo épico. La verdad es que no sabes dónde situarte, pero era muy intenso, además que correspondía con la juventud, un período muy intenso.
La poblada
Cynthia trabajó durante cinco años en esta novela donde superpone orillas y juega con la idea del otro lado. Si piensa en su oficio, cree que ha ido soltando esa mirada encerrada que a veces tenía por un dejar que las cosas se hagan bocetos.
De esta breve estadía en Chile le impresiona el miedo que tiene la elite a la gente. "Lo que yo veo desde afuera es que todas las reacciones son reacciones fundadas en el miedo, es como el miedo a la poblada, realmente me asombra, porque es puro miedo. Desde Buenos Aires ven que Chile es un país súper próspero, la gente viene acá a comprar, a consumir. 'Está barato Chile', dicen, y tienen un nivel de consumo que ellos no tienen y está todo muy ordenado, muy limpio, esa es la visión que se tiene en un nivel masivo y se sorprenden cuando les digo que no es tan así. Porque, claro, hacen turismo, vienen a Providencia, donde aparentemente todo funciona, pero a un costo impresionante.
Cuenta que estaba en la estación Pajaritos y vio que el baño costaba 500 pesos y un cartel al lado advertía que "las niñas de 4 años también pagan". Esto le parece el extremo de la privatización de lo público. "Lo impresionante acá es el poco espacio público que hay, no es sólo que falta la educación pública, falta todo lo público, es un país muy privatizado".
-¿Qué cosas te ponen contenta?
-Muchas cosas, ayer fui a un asado al Cajón del Maipo y estuve con mis viejos compañeros de universidad y nos reímos tanto, la pasamos tan bien, estaba tan lindo el olor de la primavera, los magnolios. Está lleno de esos placeres y lo que pasa es que a uno le gustaría que las cosas fueran más amables.
Cuando llegue septiembre pretende empezar el jardín de una casita de campo que compró en las afueras de Buenos Aires. Siete meses antes estuvo lijando y refaccionando el interior de este sueño antiguo del que no sabe cómo será.
Para esta narradora, Chile sigue estando cerca y no cree que las cosas se pierdan, sino que se transformen. Cada vez que vuelve tiene algunos problemas estomacales, porque el agua acá es muy fuerte. "Me pasa un fenómeno raro y es que llego y no miro diferente, es como si nunca me hubiese ido, hay una sensación muy rara. Yo creo que siento que todavía estoy acá, porque hay amigos que todavía quieren verme".
-¿Qué estás leyendo?
-He leído novelas y harta poesía: Bettina Keizman, Emilio Gordillo, Lina Meruane, el último libro de poesía de Enrique Winter; "Las olas son las mismas" de Juan José Richards, la poesía de Nadia Prado, de Elvira Hernández y Mike Wilson. También me gustó mucho lo último de Germán Carrasco. Creo que en Chile se están escribiendo textos muy variados, lo que faltan son lectores. Escritura y literatura hay, lo que falta es leer.
La huella digital
En vez de marcarla con un hierro candente, incrustarla en un casillero o cartilla biográfica, llenar una ficha antropométrica o dibujar su retrato hablado para garantizar que ella es quien pretende ser y a quien la justicia presume reconocer, el funcionario llevó el pulgar de la Caldini a la almohadilla e imprimió su huella en la citación y luego le pasó un pañuelito desechable aunque el ácido acético no dejó mancha alguna en su piel. Los sucesivos emplazamientos judiciales, con su nombre y el de Rocha encadenados por la acusación, quedaron entre las boletas de la luz, el agua y el teléfono. De haber permanecido una gota de tinta azul en su pulgar, no hubiese olvidado inmediatamente la obligación de presentarse al juzgado para dejar asentado que la de ellos era una ruptura como la de tantas parejas y que no correspondía un juicio, pero las citaciones fueron a dar al basurero entre las boletas de la luz, el agua y el teléfono, y cuando ingresó a la aduana para abordar el avión que la llevaría a Buenos Aires, le informaron que tenía una orden de arraigo por no presentarse al tribunal. -Eso no se hace, por ningún motivo se recibe una citación judicial y menos se pone la huella digital, la cagaste, le dijo la abogada. -Jamás se me pasó por la cabeza que un abogado iba a seguir la locura de Rocha, le replicó. -¿Y de qué crees que vivimos?, se sonrió la abogada abriendo sus labios anaranjados para mostrar dos aguzados colmillos. La Caldini había visto a la abogada por primera vez en los años 90, cada vez que bajaban con Rocha al restorán del italiano la encontraban con las ropas torcidas y el pelo en desorden, como si hubiese atravesado un huracán; mientras sus compañeros de mesa se iban desplomando sobre el whisky, ella pedía a gritos más. Intrigada por su figura, la Caldini averiguó que alguien importante la había traicionado y estaba sin trabajo ni dinero, aunque nadie supo describir el origen de aquella decepción. De ese trance le quedó el pelo ralo, las órbitas de los ojos hacia fuera y unos minúsculos puntos sanguinolentos, recuerdo de las venillas que explotaron en aquellas noches de exceso. Su oficina en el paseo Bulnes tenía un recibidor con una mesa para una secretaria que no existía, una oficina con una ventana que miraba a un patio ciego por la que se empinaba a fumar, y un baño en el que de vez en cuando aparecían, en la tina, platos y una sartén. -Cuando aceptas una notificación judicial, inmediatamente pasas a ser imputable. ¿Tienes idea de lo que es eso?, le preguntó en esa primera reunión. Supuso que nada bueno. -Significa que aceptas las consecuencias del fallo que emita el tribunal, cualquiera sea, subrayó con placer.
"El futuro es un lugar extraño"
Cynthia Rimsky
Editorial Random House
180 páginas
$12.000
Por Amelia Carvallo A.
-Finalizas el relato con algo medio carnavalesco.
-Me gustó mucho trabajar la última parte, fue alucinante, porque cambié mi registro de escritura. Quería hacer algo diferente, dar un salto muy grande desde el realismo hacia una cosa más delirante, creo que hice un trabajo de joyería que me encantó. Me interesa ir dándoles giros a las cosas, registrar la experiencia, pero cambiándole el sentido. Irles cambiando el signo a las cosas me alucina, además, yo siempre he hecho eso de mezclar tiempos, coexisten bolsones de tiempo.
"Llego y no miro diferente, es como si nunca me hubiese ido, hay una sensación muy rara. Siento que todavía estoy acá".
dinko eichin frost
"Desde Buenos Aires ven que Chile es un país súper próspero, la gente viene acá a comprar, a consumir. 'Está barato Chile', dicen".
Fragmento del libro "El futuro es un lugar extraño".
Por Cynthia Rimsky
¿Y de qué crees que vivimos?, se sonrió la abogada abriendo sus labios anaranjados para mostrar dos aguzados colmillos.