En un mundo con tanta competencia, donde se realizan esfuerzos por destacarse a cualquier costo, aunque ello signifique mentir o pasar por encima de otros, la virtud de la humildad parece ser cada día más necesaria. No es común ver a personas jóvenes dejando el lugar o asistiendo a adultos mayores, menos saber de que alguien se ha ofrecido para acompañar a una persona enferma y sola, o que alguna familia ha invitado a una persona extraña para celebrar las fiestas patrias juntos.
En la vida todo es regalo de Dios, para el hombre de fe, todo es gracia, gratuidad de parte del Señor. Cuando uno acepta lo anterior comienza a experimentar un sentimiento de humildad que le permite acercarse a la verdad sobre sí mismo y los demás. Vivir en la verdad es reconocer nuestra propia situación, limitación, debilidad, y dar gracias a Dios por lo que hace a través nuestro, a pesar de ello. Por nuestra naturaleza humana, no pocas veces hablamos de nuestros triunfos y éxitos, de nuestras cualidades, también otros nos mienten y nos alaban con la boca sin creer lo que nos dicen. Que importante es "bajarse del pedestal" y aceptar que no somos tan mejores ni peores que el resto, pues estamos al nivel de hermanos y hermanas hijos del Padre del Cielo.
A todos nos hace bien mirarnos al espejo de la verdad, y reconocer que la humildad es una virtud esencial para el ser humano, más aun cuando tiene fe en Dios. Aunque humanamente es difícil, cuando optamos por vivir de manera humilde podemos dar pasos lentos pero seguros y seremos más temprano que tarde reconocidos por los demás, convirtiéndonos en un ejemplo a seguir.
Es importante no olvidar además que destacar lo bueno de los demás es ser humilde, reconocerles a los demás lo que hacen bien, felicitarlos, y promoverlos nos hace bien a nosotros y a los demás. Egoísta, y falso, es quien habla mal del que está triunfando, del que le va bien. "Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor", dice el Eclesiástico.
Carlos Pellegrin Barrera, Obispo de Chillán.