Hace sólo unos días, tuve el honor de despedir los restos del querido amigo Luis Felipe Rivera, en representación del Rotary Club Chillán. El hecho, en sí doloroso, me inspiró para hablar de la amistad. La amistad profunda en el contenido y en el sentimiento.
¿Qué son los amigos? ¿Cómo debemos responder al abrazo generoso de quien te tiende su mano y te ofrece franqueza y sinceridad? La amistad es esa parte de nuestras vidas que debemos cuidar, regar cotidianamente con el único fin de que nunca dejen de reverdecer en el jardín de nuestros sentimientos.
Los amigos son un apoyo sólido en el camino que emprendemos cada mañana. Son los que nos ayudan a avanzar, los que nos permiten ver y mirar, los que nos orientan muchas veces, los que nos alientan cuando decaemos, los que nos iluminan en los momentos de oscuridad.
Los amigos, cuando son de verdad, se incrustan en tus pensamientos, en los recuerdos y en los sentimientos. Están siempre ahí, en los momentos de nostalgia. Y en los instantes del dolor, se convierten en el hombro en el cual derramas las lágrimas del desahogo por la desdicha. Y en la alegría, se convierten en la voz que te acompaña con mesura en el coro de las risas. Hay amigos que convierten su sangre en la tuya, su dolor en nuestro dolor. Pero, también, su alegría en nuestra alegría. Ellos son los que comparten los quehaceres mágicos de esta vida.
Los amigos de verdad son inconmensurables. Y no se pueden reponer...porque nunca los pierdes, ni siquiera cuando terminan su tránsito en la vida terrena. Por ello, tenemos que construir fortalezas en su entorno para que no se destruya, para que siga creciendo al calor del sol del amor.
Amigos de verdad son aquellos que están físicamente o no; cerca o lejos. Porque ese tipo de amistades crece donde quiera que estés. No hay distancias, no hay circunstancias -por muy difíciles que sean-para seguir aferrados al sentimiento verdadero.
Son amigos de entregar y de recibir. Amigos sin más interés que el de compartir, que el de sonreír, que el de ser felices. Porque la amistad sincera es la base de la felicidad. Y alcanzar la felicidad no sólo es un derecho, sino también es una obligación de cada cual.
En consecuencia, cultivar amistades significa vivir en una sociedad más íntegra, más esperanzada, más ecuánime. Y significa, a la vez, que estamos construyendo los caminos que nos conducen hacia la sociedad más madura, más responsable y más equitativa, lejos de las desigualdades que causan dolor.
Miguel Angel San Martín Periodista.