Parece que estamos aprendiendo. Una encuesta reciente reveló que el 90% de los chilenos hará menos regalos y de menor valor la próxima Navidad. ¿Las razones? Utilizarán el dinero para reducir su endeudamiento y ahorrar. Además, están preocupados por la pobre evolución de la economía y con mucha incertidumbre en relación con los próximos meses. ¿Terminó el festival de los súper televisores, súper celulares, súper computadores, etcétera? Es de esperar que sí. Otro estudio precisó que al 84,1% no le alcanzan sus ingresos para "cumplir" con todos los regalos que se autoimponen y eso obliga a un 41,5% a pedir préstamos y a un 31,5% a desviar dinero destinado a otros gastos indispensables.
La sobriedad al regalar, desde el punto de vista económico y de la salud mental, no es negativa. Al contrario. Permite ratificar que Navidad es una fiesta religiosa: el cumpleaños de un niño que nació en un pesebre. No es un festival de compras. El amor no se expresa con regalos. Costosos. Aunque parezca elemental, sólo se expresa con amor. Los más pobres dan el ejemplo. Quedan felices, no con un notebook o un celular "de última generación", sino con algo de comer y, muchas veces, con un abrazo u otra muestra de afecto.
Los porcentajes que mencionamos al principio revelan que el consumismo, entendido como el afán enfermizo de comprar y comprar productos que muchas veces resultan inútiles, podría iniciar su retirada. Por lo menos este año, en forma obligada. Ojalá que no retorne. El carnaval de los paquetes y cintas multicolores debe terminar. No se trata de una Navidad sin regalos, sino de regalos con sentido, de volver a la sencillez, de entender que la vida va mucho más allá de los gigabytes y de las redes sociales. Aceptar que la familia es lo más importante. Y dentro de ella, los niños, que en el Chile antiguo eran los protagonistas de la Navidad, y hoy no tienen ni siquiera una Nochebuena si los padres y familiares consentidores no les regalan los productos de lujo que promueve la "tele" y que muchas veces reciben sus compañeros.
A lo que hay que volver: a una Navidad con sentido, que no hipoteque los próximos meses, derrote las tensiones y angustias artificiales, que no dé lugar a demandas o esfuerzos sobrehumanos para pagar lo que se compró.
Para variar, el próximo 24 y 25 de diciembre deberíamos recordar que es el cumpleaños de Jesucristo, no sólo como profesión de fe, sino como un hecho clave en la historia de la humanidad. Si lo hacemos será una fiesta con sentido. Si no, será sólo una Navidad más. Estas reflexiones no deben ser motivo de tristeza. Tampoco trasuntan frustraciones o amarguras. El columnista firmante tiene un lema de vida: ¡Sursum corda! Es decir, arriba los corazones. ¡Pascua feliz para todos, jo, jo, jo!
Raúl Rojas, Periodista y Académico.