Aunque soy un veterano setentero, no me resisto a la idea de enviarte una carta, expresándote mis deseos navideños. No para que me traigas cosas materiales a mí, sino para que nos traigas a todos el bienestar que necesitamos, las mejores condiciones de vida que soñamos y un futuro esperanzador.
Como toda carta dirigida a ti, te cuento que no nos hemos portado demasiado bien. Porque seguimos teniendo casos de corrupción en el mundo de la política. O se va avanzando en los tribunales de justicia con algunos ya conocidos, apareciendo nuevas situaciones dolosas que afectan a más políticos, vinculados a empresarios. Y también están apareciendo funcionarios públicos en el mismo panorama, lo cual oscurece el paisaje social general.
En el mundo del comercio, las colusiones siguen siendo descubiertas para desazón de todos que nos sentimos engañados, utilizados y explotados por los apetitos de unos pocos.
Y si salimos a la calle, nos invade el susto por la sensación de inseguridad. Aprendemos a caminar, pendientes de todo y de todos. Nos resguardamos de lo que nos parece irregular y llenamos nuestras casas con rejas, alarmas y protecciones.
Por eso te escribo, querido Viejito Pascuero, para pedirte que traigas calma a nuestros espíritus, porque todos tenemos una parte buena en nuestro ser, pero que parece que es demasiado pequeña en comparación con las corazas que nos estamos inventando.
Por favor, llena tu trineo de buenos modales y buenas costumbres, dejando de lado el consumismo tan desaforado que nos invade y nos empuja a tener más, a aspirar a más cosas materiales, utilizando las malas prácticas rotuladas con el "pase lo que pase, pese a quien pese y pise a quien pise".
Tus renos te agradecerán que en vez de juguetes bélicos, incitadores a la violencia, que pesan mucho…nos traigas en tu equipaje generosidad y mano tendida, para que se eliminen los individualismos, los egoísmos y los personalismos que nos conducen a cometer errores y a ser insolidarios.
Tenemos talentos por todas partes. Tenemos esperanzas en todas las mentes, en todas las circunstancias que nos toca vivir. Pero no les damos oportunidades, no las dejamos florecer. Por eso, Querido Viejito Pascuero, te pido que nos recuerdes siempre aquellas épocas en que te inventamos, en que naciste envuelto en la idea de que todos somos buenos y que tú eras el símbolo de esa bondad. Y que, al menos un día en el año, nosotros somos capaces de regalarnos la sonrisa que nos hace felices.
Miguel Ángel San Martín Periodista