El viernes 24 de marzo se nos fue nuestro amigo Pedro Carrasco Peña, tema muy doloroso, cuando uno piensa que estaba en plenitud desempeñando sus compromisos, a pesar de sus 84 años de edad. Es el destino, piensa uno, en acto de resignación. Él pertenecía a la Logia Masónica, donde siempre cumplió con creces sus proyectos y obligaciones. Nuestra cercanía con él nos permitió conversar mucho. Muchas veces le escuchamos ideas que él tenía sobre Chillán y su desarrollo. Hablaba sobre la Plaza de Armas de Chillán y como buen Ingeniero Agrónomo lamentaba la situación en que estaban sus árboles. Algo tuvo que ver con la iniciativa de que cada árbol tuviera una placa de madera o de metal con su nombre y con su edad, situación que duró muy poco porque los destructores, que siempre han existido, no lo permitieron. Si nos fijamos en ellos, todavía algunos salvaron su identidad tal vez porque la pequeña señal estaba muy alta. Pero la idea era buena y por ello debería restablecerse.
Pedro trabajó su profesión, primitivamente, en la provincia del Bio Bio y cuando ya tenía algunos años de ejercicio profesional, se integró con su experiencia y sus conocimientos a la Universidad de Concepción, donde se desempeñó como profesor en la Escuela de Agronomía. Así llegaron los años, formando profesionales del agro, hasta que llegó el momento de la jubilación. Pero esta no fue para descansar. Entonces comenzó una nueva etapa. Estaba joven aún y tenía proyectos para sus años maduros. Junto con su hijo mayor, del mismo nombre, abogado de profesión, se transformó en productor del arándano. Los terrenos de que disponía eran propicios para este cultivo. Y se lanzó en esta aventura, poniendo en este esfuerzo toda su capacidad.
Lamentablemente se hizo presente la enfermedad que no le dio tregua. No obstante, Pedro insistió en cumplir sus tareas, como siempre había sido. Y se comprometió como socio del proyecto que significó la Corporación Educacional Colegios Concepción Ñuble. De este modo, desafiando las dificultades de su enfermedad, sólo cedió cuando hubo que de verdad enfrentarla. El viernes 24 la muerte ganó la partida, con la pena de su familia y de todos sus hermanos de la Masonería y sus amigos, que los tiene en abundancia.
Su velatorio en la casa masónica nos permitió darnos cuenta de esta nueva realidad. El caso ejemplar de que hablo en el título de esta crónica lo protagoniza el P. José Luis Ysern, muy conocido y apreciado por todos nosotros, quien solicitó permiso al responsable de este momento para hablar. Sus palabras fueron un gesto de entendimiento entre la Masonería y la Iglesia, situación de enfrentamiento, que jamás debió darse, porque los ideales de ambas instituciones trabajan por el bien común de la humanidad. Los diez discursos pronunciados en el Parque, lo evidencian.
Por Carlos René Ibacache I. Miembro Correspondiente
por Chillán de la Academia Chilena de la Lengua.