"Estaré siempre al lado de los más débiles"
Raúl Zurita, flamante Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, acaba de publicar la antología "Verás". Allí está lo "Escrito en el cielo" y el epílogo de "Domingo en la Mañana", más otras piezas sobrecogedoras de su obra escrita. Lejos de los flashes y las felicitaciones al "ganador", Zurita abre las puertas de su casa, su cuerpo y su historia, que él sitúa en el lado de los perdedores.
Raúl Zurita dice a sus 67 años que la muerte "tiene que ser una obra de arte".
Ágil a pesar del Parkinson que lo aqueja, Raúl Zurita (67 años) sube las escaleras de su casa casi corriendo: había olvidado las llaves para abrir la reja. El poeta de la barba frondosa ganó este año el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. El galardón le otorga 60 mil dólares y una cuidada publicación de su obra. Esta vez, la antología "Verás" fue editada por Ediciones Biblioteca Nacional de Chile y por el también poeta Héctor Hernández.
La casa está llena de libros. En la mesa de centro hay uno de Nicanor Parra. En el suelo descansa una foto del año 1981 donde Zurita sale acostado en posición de performance con un pañuelo en la boca. Detrás, una tele con unos parlantes. Sobre una mesa provenzal hay flores silvestres recién cortadas. Una pared es azul y el gato se pasea por la casa.
Frente a Zurita es inevitable hablar sobre la enfermedad. Él dice: "Todo lo que nos grita el cuerpo, es duro, pero es una de las maravillas de la existencia. Yo he sido privilegiado en la torpeza, en la dificultad por sobre la facilidad, por sobre el culto a la salud. Este es un mundo infinitamente cruel con ciertos estándares de belleza y de lo físico. Aquí yo estaré siempre al lado de los más débiles, de los que no alcanzan a superar la barrera. Mi simpatía innata siempre estará por los que sacan 400 puntos en la PSU y no 800. El que seas hábil e inteligente y perfecto para funcionar en tu mundo es tan mérito como que tengas los ojos azules o midas un metro noventa. No depende de ti. 'Felices los felices', decía Borges en un poema. De los felices no hay que preocuparse, hay que preocuparse de lo mal que están los que están mal".
-Dijo que solo los enfermos, débiles o heridos son capaces de crear obras maestras. ¿Por qué es así?
-Porque tienen que compensar: el arte es una compensación desmesurada. Cuando a Miguel Ángel le aplastaron la nariz de un puñetazo a los 18 años, en todos sus cuadros está él con la nariz aplastada. Los satisfechos, los llenos de sí mismo, no hacen arte. Harán deporte, pero no hacen arte.
-¿Logró ver qué fractura suple en usted la poesía?
-Todo lo que yo he sido creo que está en lo que he escrito. Si no hay fractura, las palabras no tienen por dónde salir. Por supuesto que he tenido fracturas y quiebres, como todo ser humano. Si somos muy parecidos entre nosotros. Si hablo de fractura, ninguno se salva. Llegará un momento en que uno dirá "Padre, ¿por qué me has abandonado?". Por eso esa frase es tan potente, porque representa a la humanidad entera.
-En muchos de sus poemas habla de Dios. ¿Lo ha sentido?
-Para mí Dios, la única noción que pueda tener de él, es cuando todo se derrumba a tu alrededor, todo se cae. Es ese hilo infinitamente tenue que te hace pasar de un instante al otro, ese hilo infinitamente delgado es lo que entiendo como Dios. Eso que te dice "hazte un café" y te lo haces, te das órdenes básicas.
-¿Y cuándo lo ha vivido?
-En momentos muy duros. Es una cosa delgadísima, tenue. Por el contrario, la muerte es un hecho horrible. A los torturados los han hecho pedazos, pero su último segundo ha sido un instante de paz en medio de la tortura. Si no es así, Dios no existe. Es el tipo más vaca de la creación. Lo único que es inocente es haber nacido, por eso la muerte debería ser el último instante pleno, aunque estés siendo triturado, aunque estés en medio del fuego. Si no es así, la creación entera es un absurdo demoniaco.
-¿Usted tocó fondo?
-Eso lo sabré el segundo antes de morirme, por eso he tratado de ver sin anteojeras, sin autoperdón y sin autocompasión. De mirarme y tratar de escudriñar con los ojos abiertos, pero no sé si he tocado fondo.
-¿Cuál cree que es su misión?
-No me la he impuesto, no lo he pensado, radicalmente no me interesa. No me importa mi posteridad, no me importa nada, hago simplemente lo que me es inevitable no hacer. Creo que no hay ningún mérito en hacer lo único que puedes hacer y yo hago eso, pero sin una misión.
La palabra
-Se escribió Romeo y Julieta para que nadie más muriera de amor. ¿Para qué escribe Zurita?
-El arte es el intento más desesperado y amplio por intentar evitar que los seres humanos cometan las locuras que esas mismas obras tienen que mostrar. Para mí escribir es un ejercicio de resurrección. Reconstruyo los episodios de mi vida, no porque mi vida tenga algo en especial, sino porque si uno es capaz de llegar al fondo de uno mismo, es capaz de llegar al fondo de la humanidad entera. Escribo porque la escritura les da a los hechos la piedad, la compasión, la emoción que los hechos en sí mismos jamás tienen. Solo la escritura, solo el arte le da al dato del porte "hoy murió mi padre" la dimensión real que eso tiene.
-Pero la poesía le daba una lata profunda.
-La poesía entendida como una especie de juego insulso, me da una feroz lata. Somos hijos de la muerte y de la poesía. Cuando el primer ser vio a otro ser que se quedaba inmóvil, que no respondía, se dio cuenta de que eso le iba a pasar una vez a él. Así fue que descubrió la muerte y la primera respuesta frente a ese descubrimiento es lo que llamamos poesía. Ahí comienza lo humano. Y hay toneladas de una poesía autista. Si llegara un marciano a la Tierra y la única información que tuviera fueran los 50 últimos años de libros de poesía, se daría cuenta de que en la Tierra no ha pasado absolutamente nada.
-¿Qué es para usted la palabra?
-Es ese puente que nos permite salvar en parte la maldición de la distancia.
-¿Piensa en la muerte?
-Pienso, claro. Tú naces con la muerte como compañera, claro que pienso, pero para mí la muerte también tiene que ser una obra de arte.
-¿Esto es parte de lo que ha llamado su último proyecto y es lo que hará en un acantilado?
-Sí, porque tal como la escritura en el cielo y en el desierto, fueron mis proyectos diurnos, a plena luz del día. Estos son proyecciones de luz sobre los acantilados, solo se verán de noche. Son una metáfora de cuando se acaba, de cuando la última frase la borre el nuevo día que amanece. Solamente quedará el ruido del mar. Es una imagen del fin.
-¿Volvería a usar su cuerpo como medio de expresión?
-Yo no usé mi cuerpo como medio de expresión. Se habla mucho del cuerpo, se puso de moda. A mí la verdad es que me da un poco de risa. Mi cuerpo soy yo. Un cuerpo es expresión por definición. Pero si me preguntas si volvería a autolesionarme, no, no me tocaría ni con el pétalo de una rosa.
-¿Se ama?
-No más de lo que puede amarse o aborrecerse cualquier ser humano. No creo tener una relación de absoluto enamoramiento conmigo mismo, pero tampoco de profundo odio. Uno empieza a perdonarse ciertas cosas. A los 67 años, si llegaste, es porque te has perdonado varias cosas.
Una piteada
-¿Qué le da risa?
-Muchas cosas, pero los que más me han hecho reír en mi vida son los italianos. Viví cinco años en Roma y son unos corruptos adorables. Los mejores contadores de chistes del mundo son los cubanos, lejos, ese es otro pueblo muy divertido. Y los alumnos también me dan mucha risa.
-¿Es bueno para llorar?
-Lloro con todos los finales de las películas, con todos los finales de las telenovelas, con lo que sea que tenga final.
-¿Y qué piensa cuando cae la noche?
-En un tiempo, cierta angustia, porque me acuerdo que hice un viaje con un amigo muy joven y en el día lo pasábamos fantástico, pero en la noche no teníamos dónde quedarnos, porque andábamos sin ni un peso. Entonces, de ahí me quedó esa sensación de angustia frente a la noche, pero a pesar de eso, yo soy totalmente nocturno, yo trabajo fundamentalmente de noche.
-¿Cómo se describiría en una palabra? Si pudiera hacer un grafitti.
-En una palabra es súper difícil. Me rindo. Me bastaría con no ser una mala persona. Es lo que les pido a los demás y eso no significa necesariamente ser una buena persona, pero no ser una mala.
-¿Tene Facebook o Twitter?
-Tengo como tres, pero se me olvidaron las claves.
-¿Extraña el cigarro?
-Sí, llevo ocho años sin fumar, y no tengo ningún problema si alguien fuma a mi lado, pero pido piteada, pero me quedé en eso. La vida es más latera sin cigarro.
Por Magdalena García C.
dinko eichin