Aborto sin piedad
Chillán, sin ir más lejos, es una urbe con problemas para el desplazamiento de los mayores. Veredas y calles en mal estado, con alto tráfico, complican a diario el transitar de la tercera edad. Para una persona que crea en la libertad de los otros, no existen las muertes como daños colaterales.
Estamos ad portas de tener en Chile una ley llamada de despenalización del aborto. Algunos, incluso desde los púlpitos, nos han dicho que esto no es una ley de aborto, sino que sólo busca acoger y proteger a mujeres que ante situaciones difíciles toman decisiones que implicarían una penalidad, es decir, irían a la cárcel por cometer un delito.
Según entiendo yo, desde mi ilustrada ignorancia, entonces habría bastado con despenalizar, es decir, que estas mujeres no reciban una pena por ello, pero la verdad es que esta ley está muy lejos de ser eso. Aquí se ha buscado asegurar el aborto como una prestación de salud.
Lejos de la lógica de la libertad, se le obligará a parte del personal de salud a trasgredir sus propios valores y conciencia; las matronas, arsenaleras, auxiliares de enfermería, etc. no podrán negarse a participar de un aborto, se les obligará a ser cómplices de un acto que ellos desaprueban porque en nuestra patria se consagrará por medio de la ley que existen personas de diferentes categorías. Un médico podrá negarse, los otros no.
En un país donde mueren miles de personas esperando ser atendidas por diversas patologías se destinarán prioritariamente los recursos para asegurar el aborto, pues el Estado considera, entre otras razones, que un niño por nacer es "propiedad" de quien lo lleva en el vientre.
Esto no tiene que ver con ser ni de derecha ni de izquierda, sólo tiene que ver con el valor y respeto que le damos a la vida. La vida es un valor intransable, siempre. No importa de quien sea, no importa su origen, su condición, su ideología. Para una persona que crea en la libertad de los otros, no existen las muertes como daños colaterales. Esa lógica es reduccionista, simplista, inhumana, indolente.
No puedo dejar hoy de señalar el estupor en el cual estoy ante una sociedad que mira para al lado ante el dolor de otros y que no sabe ni quiere dar una mano que acompañe, que acoja y que quiera a quienes están más desprotegidos. Lo digo directamente, es una ley cobarde, que asesta el golpe a los más débiles, es inhumana, grosera, egoísta.
Paulina Benavente Vargas Psicóloga, Obispado de Chillán.