La voz de la vecina de Chillán Viejo sonaba excitada, nerviosa… "Don Miguel, le tengo aquí su auto". Era una simple frase que comprendí de inmediato. Y sin preguntarlo dos veces, llamé a la PDI y a mis amigos para ir hasta el lugar.
El lunes, unos delincuentes que se movilizaban en un Mercedes Benz, me quitaban el auto aprovechando el momento en que fui a abrir el portón del garaje. Recién pasaban las 18.30 horas y el escenario estaba en Calle Rosas, muy céntrico.
Di cuenta a la PDI y a Carabineros. Pero, además, subí a las redes sociales mi rabia, mi impotencia y una foto de mi auto robado, con un gato en el motor. La propia circunstancia de la acción delictiva, que yo califico de "portonazo", más la imagen del auto con el gato negro, impactó.
Las redes sociales comenzaron a operar de inmediato, mientras las policías iniciaban sus patrullajes. Sorprendido, vi que en un lapso de horas solamente, mi Facebook indicaba que el mensaje tenía alrededor de 1.500 "compartir". El mensaje se multiplicaba, en un evidente eco masivo de ciudadanos cansados de tanto delito.
El martes, la ola seguía en aumento. Alguna autoridad llegó a decirme "estás causando alarma pública con tu caso". Y yo les respondí: no soy yo. Son los vecinos, los ciudadanos, que están cansados de vivir bajo esa constante sensación de inseguridad, con delincuentes venidos de afuera a cometer sus fechorías. Que no quieren portonazos en Chillán y que no los vamos a permitir.
El martes, saliendo a recorrer las calles por la noche con unos amigos, uno de ellos avistó mi auto robado. Lo siguió bastante rato. Pero se dieron cuenta y le hicieron una encerrona en un pasaje, consiguiendo escapar una vez más. Tuvimos entonces la certeza de que el auto estaba en Chillán.
Y el miércoles, alrededor de las 19.30 horas, un vecino vio el auto. Comprobó modelo y patente, y me avisó. Llamamos a la PDI de inmediato, y los efectivos de la Bicrim actuaron con eficacia y rapidez. Caía el telón de una obra dramática, con final feliz.
Feliz, porque se recuperó lo sustraído. Pero más aún, por la enorme ola solidaria que se levantó en torno al caso y que demuestra el poder de las redes sociales cuando se usan en causas nobles y solidarias.
Esta historia constituye la gran enseñanza de que juntos, unidos los ciudadanos entre sí y con los funcionarios policiales, podemos parar la delincuencia, hacer acciones concretas contra estos delincuentes que vienen a Chillán a rompernos nuestra paz, nuestra armonía y nuestra convivencia.
Miguel Ángel San Martín Periodista.