La cifra es pavorosa: 11.798 personas murieron en entre 2005 y 2016 mientras se encontraban en lista de espera para recibir atención mediante el plan AUGE. Aguardaron un promedio de 655 días, hasta que sus organismos no resistieron más y se rindieron. Naturalmente, las explicaciones abundan: escasez de médicos, falta de coordinación interna y un sistema de reclamo poco eficiente. Pero, así como ante los tribunales las explicaciones agravan la falta, en materia de salud causan nada menos que la muerte del paciente.
Cuando anunció el GES, con la parafernalia adecuada, se proclamó que significaría el fin de la desprotección en salud, especialmente para los más modestos. Con la misma espectacularidad, se informaron en los años siguientes incorporaciones de coberturas de enfermedades más que graves. Tal pareció que viviríamos, si no eternamente, por lo menos en un mundo feliz, como el que concibió Aldous Huxley. Los trastornos de salud y el dolor quedarían atrás. Y, lo que era mejor, con un plazo máximo de atención. Si no se cumplían los afectados podrían recurrir a la legislación, que les brindaría amparo. Aunque Fonasa aseguró que muchos fallecieron por males ajenos a las patologías AUGE, lo concreto es que murieron esperando.
A esta dramática realidad, se suman los 196 rechazos de atención en los hospitales en el primer cuatrimestre del presente año. La salud y la vida están por encima de las ideologías. Lo que requieren son decisiones, voluntad, excelencia de atención, respeto por la vida de los compatriotas, especialmente por los que tienen menos.
En el AUGE, hay otra realidad que poco y nada se menciona. Las atenciones y los retiros de fármacos implican pagos de una "canasta". Si bien no son cantidades cuantiosas, suman y suman y afectan al presupuesto de los modestos. A esto se agregan las limitaciones de los remedios. Se prescriben, por lo general, los de menor precio. Por ejemplo, en el caso de la artrosis, nadie puede ni siquiera soñar con que le recetarán colágeno, "porque es muy caro".
El GES no es gratuito. Cada persona paga parte de su cotización mensual para tal efecto. No tiene las características solidarias que algunos les atribuyen. De hecho, como en su mayoría se preocupa de las enfermedades crónicas, hasta hay médicos tratantes que asumen una actitud indolente, aburrida, con preguntas de rutina, para luego repetir, una y otra vez, por años, la receta anterior.
La guinda de la torta. Una encuesta de la U. Andrés Bello y GfAdimark reveló que el 74,8% de los pacientes califica con apenas un 4 o una nota inferior la atención pública de salud, especialmente por el tema de las listas de espera. Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Chile, advirtió: "Los pobres no pueden esperar". En este caso, también hay que decirlo con claridad: los enfermos, pobres o de cualquier tipo, no pueden esperar.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.