Elizabeth Luna Romero se mantiene bajo cuidados intensivos en el Hospital de Chillán. La joven técnico paramédico sufrió un accidente practicando su deporte favorito, en los contrafuertes cordilleranos de la nueva región de Ñuble, entre lagunas y rocas, rodeada de un paisaje único, que atrae y embelesa.
Con heridas graves que le impedían moverse, aguantó con la fuerza de su juventud una semana de dolores intensos, de falta de agua y alimentos, en aquella soledad andina que duele, con los ojos secos y la resignación comenzando a envolver su voluntad.
Ante la alarma de presunta desgracia, junto a los policías, las organizaciones de rescatistas pusieron sus conocimientos y experiencia al servicio del mando único, para iniciar la búsqueda. Encontraron primero la carpa que la montañista desaparecida había puesto como su base en la Laguna de la Plata. Pero después, nada más...
Las jornadas comenzaron a pasar con la dramática común de no encontrar huellas, rastros o signos del paso de la chica. Recurrieron a helicópteros y drones. Otros subieron con perros adiestrados. Hasta que, al séptimo día, Elizabeth fue encontrada malherida. Los voluntarios no decayeron nunca en su esfuerzo por encontrarla. Y esa voluntad de hierro fue premiada con el éxito.
Conozco a un grupo de voluntarios de tal estirpe. Son los miembros de la ONG Usar Ñuble, Búsqueda y Rescate. Y sé cómo reaccionan cuando se les necesita. Con qué decisión y responsabilidad. Con cuánta disciplina y preparación.
Les conozco desde que, a principios de año, me requirieron ayuda desde Santiago para evacuar a unos niños boy scouts, hijos de profesionales de la comunicación, que acampaban por aquella misma zona cordillerana, porque los incendios forestales les amenazaban. Les llamé, les di los datos que tenía y ellos hicieron el resto. De noche estudiaron la situación y de madrugada salieron hacia arriba. En forma profesional y ordenada, fueron evacuando a los 200 niños. Sus familias, desde Santiago, les colmaron de agradecimientos. Ellos se mantuvieron felices con el deber cumplido. La sonrisa de los niños colmaron su alma y su espíritu, tal como aquel abrazo de la familia de Elizabeth Luna, con ese "Gracias" que hace dos días escucharon como un susurro en sus oídos.
Son voluntarios. Y quieren ayudar a quienes lo necesitan. Debemos demostrar que valoramos su solidaridad, su entrega por los demás, aún a costa de los riesgos que aquello implica. Debemos ayudarles también, porque son silenciosos héroes del Siglo XXI.
Miguel Ángel San Martín Periodista.