Estoy iniciando mi segunda aventura vital en la capital española. En 1978 fue la primera, con familia al hombro, procedente de Alemania. Ahora, con esposa española y después de haber disfrutado once años en mi tierra de origen, llego con la ilusión de recuperar los elementos de antaño y estar presente en el crecimiento de mis nietos, disfrutando de la familia de mi esposa. O sea, tratando de alcanzar aquella cuota de felicidad que se había visto postergada por los acontecimientos que nos ha tocado vivir.
Llego a Madrid en plenas fiestas navideñas, con iluminación prepotente en las calles y el ambiente general de alegría popular. Pero aquí no es la fiesta de los regalos generalizados. Esos los traen los Reyes Magos, el próximo seis de enero. Sin embargo, la figura del Papá Noel o Viejito Pascuero abunda, pero en un tiempo atmosférico más acorde con su vestimenta. Tenemos fríos que calan, temporales que marcan hitos y alertas que van del naranja al rojo.
Salimos de Chile con más de 30 grados de temperatura, llegando a Madrid con poco más de 5 grados. Aquí estamos siendo afectados por un temporal, al que llaman "Buno", y que trae vientos que han llegado en algunas partes a los 130 kilómetros por hora. Y no exagero. El dramático caso de una persona que, en Tarragona (Cataluña), fue arrancada del balcón de su departamento por la fuerza del viento, cayendo al vacío, constituye un ejemplo de la violencia de los elementos, que son consecuencia del cambio climático global.
Otra tormenta, pero provocada por los desaprensivos de siempre, es la de la corrupción. Son temas de tertulia casos tan significativos, con personajes que otrora fueran importantes y que están en la cárcel, que pienso en mi Chile donde la corruptela pareciera ser simple anécdota. Mi deseo expreso es que no dejemos crecer a ese monstruo, porque las consecuencias son tan graves como la gran crisis que sufrió este viejo continente. Y no olvidar que "mal de muchos, es consuelo de tontos".
Pero también me he encontrado con la España que crece, que se sacude de lo malo y enfrenta el futuro con renovadas fuerzas. Se esfuerza, se une y construye caminos de progreso con renovados bríos y con modernidades que deberíamos copiar. No en lo político precisamente, sino en lo social, donde se vislumbran recortes en las desigualdades, conseguidos por la fuerza de la propia gente, que se organiza y consigue consolidar nuevos derechos. Eso es, por lo menos, lo que estoy percibiendo -por ahora-, en esta nueva aventura en tierra hispana.
Miguel Ángel San Martín Periodista.