Las cifras de "atención" de salud en el sector público son pavorosas: hay casi dos millones de personas en las tristemente célebres "listas de espera". De ellas, 1.661.826 aguardan hasta por más de cinco años una modesta consulta con un acaudalado especialista. Otras 278.061 aguardan un milagro divino que les dé acceso a una cirugía. En este total, hay 11.622 con plazos GES establecidos por ley, los cuales, obviamente, no se cumplieron. Lo patético: en 2016 murieron "esperando" más de 25 mil personas.
No hay que sorprenderse entonces que la fiscalía de la Región de O'Higgins iniciara una investigación de lo sucedido con 30 mil pacientes cuyos datos fueron falseados. Tampoco por la decisión de que las pesquisas se extiendan a todo el país. Hay algo que anda mal, que huele a podrido. El sector privado, con sus múltiples discriminaciones, por edad, ingresos, fertilidad, enfermedades preexistentes, no lo está haciendo mejor. Lo que sucede es que la gente recurre a él desesperada y se endeuda en forma también desesperada, cuando no puede recuperar la salud y prolongar la vida.
Ésta no es una columna catastrofista. Simplemente, se trata de hechos. No de estadísticas, sino de personas. Sin duda, tuvo razón el ministro de Salud cuando anunció "cirugía mayor" en el tema de las isapres. Pero le faltó decir que el sector público también debe ingresar a un servicio de urgencia, en el cual se privilegie a los seres humanos. Definitivamente, se acabó el tiempo de espera. Lo justo es justo: la atención de hospitales los fines de semana es un primer paso. Faltan muchos más.
Los pacientes, de todas las edades y tramos de ingresos, deben tener derecho a una atención plena, que dé prioridad a su condición de personas. La cirugía mayor tiene que establecer condiciones y reglas del juego que se apliquen para todos, más allá de su remuneración, sexo y edad.
En el tema de la salud de los chilenos no hay ni debe haber demonios ni divinidades. Fin a la indignidad, al maltrato, a las eternas horas de dolor, para luego recibir un paracetamol o un agresivo: "¡No hay número!" Adiós a los "diostores" y bienvenidos los médicos auténticos.
Tal como lo dijo un distinguido académico, el doctor Héctor Ducci Budge, "los pacientes piden cosas realmente simples: que no se les haga esperar". Lo demás, no es música, para usar la frase de moda, sino dolor, sufrimiento, deterioro y muerte. Calidad y seguridad de la atención, menor preocupación por la boleta o la factura. Ingreso, atención y diagnóstico rápido, menos radiografías e ibuprofeno. Más concentración en las personas. A fin de cuentas, eso es la salud. Atención, y no espera. Si esto se logra, será realmente cirugía mayor. En caso contrario, no pasará de una buena intención o de un anuncio más. Y los tiempos de anuncio ya quedaron atrás. La gente, empoderada, demanda soluciones. Mientras espera, bien vale la antigua exclamación: "¡No hay salud!", que simbolizaba que algo no se podía soportar.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.