Sería fácil afirmar que la reciente decisión de un banco de no renovar la tarjeta de crédito de una profesional porque cumplió 72 años es inaudita y constituye un capítulo más de la vergonzosa forma en que algunas instituciones maltratan a los adultos mayores. Para el organismo financiero, sin decirlo expresamente, la persona ya se había constituido en "factor de riesgo". Dicho brutalmente, representaba un peligro para su bóveda, por la posibilidad cierta de morir en poco tiempo. En tal suposición existió bastante ignorancia porque el promedio de vida de los chilenos hace rato que superó los 80 años, especialmente en las mujeres. Naturalmente, también, la conducta no era la misma que cuando tenía 30 años y generaba buenas utilidades. Entonces, los brazos bancarios se abrían para acogerla y ofrecerle productos "sin interés". Ahora, con el paso del tiempo, sufrieron alzheimer bancario olvidaron que todos los créditos tienen un seguro de desgravamen, que paga el cliente. El banco, igual que el casino, nunca pierde.
Desde hace años, todo el mundo hace gargarismos con el buen trato a los ancianos. Existen el Servicio Nacional del Adulto Mayor y numerosas reparticiones que dicen acogerlos y ampararlos. Las cifras indican que en nuestro país existen más 3 millones de veteranos, el 70% de los cuales son autovalentes y más de un 40% trabajan. Esto significa que no son inútiles, ni locos, ni tontos, ni padecen retraso alguno que les impida actuar y ser tratados como personas comunes y corrientes. Es más, los especialistas en marketing "descubrieron" que los adultos mayores son un público que debe ser tratado con mayor consideración, porque representan un poder de compra sólido. Adoptan decisiones en firme, con mayor rapidez, y no están ajenos a las tendencias del mercado. O sea, son un buen negocio.
Todo indica que, por lo menos los bancos y las isapres, y algunas compañías de seguros de vida y pagadoras de rentas vitalicias no opinan lo mismo. En forma silenciosa, han establecido una discriminación brutal contra los veteranos que, naturalmente, limita a estos en sus necesidades de salud y de todo tipo. Derechamente, es casi un réquiem contra su derecho a una vida buena.
Tratar mal a nuestros viejos, que serán más que los millenials en 2025, es una práctica peligrosa y deshonesta. Hacerlo entre las sombras revela que saben que están procediendo mal. Tal vez, ésta debería ser una de las tareas prioritarias del Servicio Nacional del Adulto Mayor, del Ministerio de Desarrollo Social: facilitar el acceso de los viejos al sistema financiero, terminar con las exclusiones en salud, educación y en los campos. La mayoría de los ancianos pierde masa muscular. Pero no inteligencia y, cuando lleguen las circunstancias, sabrá castigar a quienes por muchos años han abusado o intentado abusar de ellos. Crónica Chillán y su director, Carlos Ilabaca, son un ejemplo de acogida. Reciben y publican sin problemas esta columna que les envía un hombre de 78 años y 6 meses.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.