"La organización colectiva para luchar por el poder solo morirá con la democracia"
El director de la Escuela Política de la Universidad Diego Portales, el uruguayo Fernando Rosenblatt, lanzó el mes pasado su libro "Vitalidad partidaria y democracia en América Latina", en el que busca explicar los factores detrás de la vitalidad -o falta de esta- de las organizaciones partidarias en la región, particularmente en Chile, Uruguay y Costa Rica.
En entrevista con este medio, el académico advierte de entrada "el análisis que yo hago en mi libro es de largo plazo, y mucho más orientado a la construcción de una teoría que al análisis específico caso a caso".
En ese sentido, advierte que los cambios al sistema electoral, como el fin del binominal, "tienen efectos a mediano y largo plazo" que todavía no se pueden medir pero aventura que van a "profundizar la debilidad organizacional de los partidos".
De todas formas, asegura, los partidos están vivos y, mientras haya democracia, seguirán existiendo por la naturaleza humana.
-¿Cómo evalúa el estado de los partidos políticos en Chile, específicamente desde la erradicación del sistema binominal?
-Las reformas institucionales, y una de la magnitud que ha ocurrido en Chile, tienen efectos sistémicos de corto, mediano y largo plazo. Indudablemente los efectos de mediano y largo plazo no los conocemos, pero sí podemos sospechar para dónde van a ir: a una fragmentación del sistema que va a profundizar la debilidad organizacional de los partidos. Por otro lado, uno tiene que entender que las reformas institucionales no se hacen en el vacío, ocurren en un tiempo, en un lugar determinado. No es lo mismo abrir el sistema en un momento en que las organizaciones partidarias tienen prestigio, legitimidad, donde no hay grandes problemas, que era el contexto en que estaba Chile en ese momento. La situación del sistema de partidos ahora es que tenemos un mismo desprestigio, una misma falta de legitimidad, una misma falta de convocatoria de la ciudadanía, con organizaciones nuevas. Entonces sí, el sistema se ha oxigenado en el sentido de la aparición de nuevos actores y organizaciones, lo que no sabemos es si esas organizaciones van a permanecer en el tiempo. Y eso es lo más importante, las democracias funcionan bien cuando sus partidos no solo son legítimos, sino que son estables en el tiempo. El asunto es qué pasa con los partidos entre elecciones, eso intento evaluar en el libro. Si uno quiere evaluar la vitalidad, hay que ir donde sea menos probable esa vitalidad. Es fácil encontrar un local partidario en el centro de Santiago, pero ¿es posible encontrar un local en una comuna del sur de Chile? Creo que en ese sentido los partidos políticos de hoy tienen un gran debe organizacional, de estimulación de su funcionamiento interectoral.
-¿Cree que este es un diagnóstico que comparte la mayoría de los partidos, se dan cuenta de esto?
-En su gran mayoría, sí. El problema es que muchos de ellos también lo atribuyen a 'los tiempos que corren', esa es la gran excusa que se usa en la política, no solo en Chile. 'A la gente hoy no le importan los partidos', o 'no le importa militar en un partido, porque hoy no es como antes', lo cual es una gran falsedad. Esto también es una discusión en la academia. Contrario a lo que dice la literatura, yo soy un gran defensor de los partidos políticos. Éstos no han muerto si entendemos un partido político como un grupo de gente que se presenta a elecciones y que tiene una organización más o menos estable. Ese modelo organizacional antiguo de los partidos quizás murió porque las sociedades cambiaron y los partidos deben cumplir otras funciones. Pero la organización colectiva para pelear por el poder, en el buen sentido de la palabra, para defender ideas, eso no está muerto y morirá cuando muera la democracia. El asunto es cómo se incorporan las nuevas tecnologías, las nuevas generaciones a la política. Eso me parece que es un desafío más sencillo que el que tenían quienes tenían que organizar la política a principios del siglo XX, porque hoy puedes llegar a la gente vía Twitter. El asunto es si estás dispuesto a invertir y llegar a la gente, y a su vez organizarte en el territorio. Según los estudios de movilización del electorado lo que más mueve a la gente es el cara a cara. Lo único que cambió son los medios y los temas que le preocupan a la gente.
La calle
-Un actor que se ha vuelto relevante es la movilización social, la calle. ¿Qué visión tiene de este nuevo actor y qué tan relevante es realmente para los partidos políticos?
-Creo que es síntoma de dos cosas. Primero, hay una democracia saludable, en la cual la gente tiene la libertad y la posibilidad de organizarse y movilizarse. Lo segundo es que refleja la capacidad de los partidos de canalizar esas demandas, así como su incapacidad: ¿Por qué estas distintas demandas no fueron canalizadas en su minuto? El divorcio entre sociedad y partidos, que no es exclusivo de Chile pero acá es muy profundo, se da por esta paradoja de que tenías instituciones y partidos estables, en algunos casos sostenidos artificialmente por el binominal, pero no niveles de confianza compartidos.
-¿Qué nos dice la experiencia comparada con otros países sobre la vitalidad partidaria?
-No tengo una pretensión comparativa entre los países que estudié, no obstante, elegí Chile, Uruguay y Costa Rica porque son las naciones que siempre son destacadas como las democracias más estables, consolidadas, donde las instituciones funcionan mejor. Si ponemos a Uruguay frente a Chile, tienes que acá había una estabilidad sostenida artificialmente por un sistema institucional demasiado rígido, que terminó ahogando a sus partidos. Pero no todo es culpa del binominal, también habían muchos políticos que le echaban la culpa al presidencialismo, pero la respuesta a eso es: dentro del binominal, dentro de un hiperpresidencialismo como es el caso de Chile, tienes diferencias entre las organizaciones. Si las instituciones generaran lo mismo en todos los partidos, todos deberían ser iguales. Hay decisiones a nivel de organizaciones y a nivel de líderes, que son los que deciden para dónde va la organización: ahí está el gran debe en el caso chileno.
-Sobre los partidos más tradicionales, ¿cómo considera que ha sido su adaptación a los nuevos tiempos? Además, cuando vemos a la DC o al PPD hablando de crisis, ¿realmente es así?
-Creo que sí. Es una crisis organizacional, no una crisis de régimen. En algunos casos son esqueletos sin carne, en otros, ni esqueletos ni nada, son etiquetas que funcionan para las elecciones, pero que son entelequias, y es una crisis de ausencia de bases. Las bases de un partido son muy importantes, no por la cantidad, sino porque te da ese hilo conductor a las élites con la sociedad, con lo que pasa en el territorio, en la ciudad. Son el canal de comunicación por el cual entran demandas o problemas que las élites no pueden ver, no por maldad, sino porque no pueden, no ven, están en otras cosas. Entonces creo que se adaptan muy mal a los tiempos que corren, no sólo en la irrupción de las redes y movimientos sociales, sino que no tienen la capacidad de convocar. Son organizaciones fosilizadas, petrificadas.
"El sistema (desde el fin del binominal) se ha oxigenado en el sentido de la aparición de nuevos actores y organizaciones, lo que no sabemos es si esas organizaciones van a permanecer en el tiempo. Y eso es lo más importante"."
"Creo que (los partidos políticos tradicionales) se adaptan muy mal a los tiempos que corren, no sólo en la irrupción de las redes y los movimientos sociales, sino que no tienen la capacidad de convocar"."
páginas tiene el libro "Vitalidad partidaria y democracia en América Latina", escrito por Fernando Rosenblatt. 304