Siempre aspiramos a conocer un libro novedoso, cuya lectura nos sorprenda de verdad. Me sucedió con la lectura de este texto narrativo, que con su nombre nos atraía, editado por Sebastiana Editorial, con prólogo de la profesora Brenda Mundaca, el libro cuenta con 100 páginas, editado el 2018. Su autora es Loreto Troncoso Yañez, quien ingresa al mercado editorial con el seudónimo de Loreley. Es su primer libro.
La novedad que estos relatos nos entregan y nos muestran a una escritora que siendo muy joven, hace uso de recursos literarios, que obligan a sus lectores a transgredir la realidad convencional del cuento, a un terreno fértil de figuras, que le dan a su contenido, una fuerza donde convergen los méritos propios del equilibrio, la comprensión y la belleza literaria, bondades que están muy claras en sus cuentos "La polera", "La infiel", "El cuento porfiado", "Despedida", asumiendo el grado superlativo en su cuento "La amante de los perros".Digno de considerar también, es la presentación del libro, que estuvo a cargo de su editor Julio San Martín. Y además, el lanzamiento de este libro en la Biblioteca Municipal, el pasado jueves 9 del presente mes.
El niño de la isla: Es la vida de un niño, que vivía con sus padres y hermanos en una isla donde el niño, que es el personaje principal, como escritor de este relato, es quien empieza la edición de sus cuadernos, donde día tras día va escribiendo lo que allí sucede. Comenzó su tarea redactora el 7 de abril de 1910. Las líneas iniciales de este primer día, nos dan la pauta de lo que va a suceder. Conozcámosla textualmente:
Estando yo niño de unos seis años, siendo el mayor de todos los niños de mi madre y de mi padre y en el primer año que vine a la escuela, recuerdo que mi madre llevó a la casa una guagua, como de una semana de vida y me dijo que esa guagua era como hermano mío y al año siguiente llevó otra siendo ésta mujer, con la cual nuestro grupo de hijos , llegó a la cantidad de media docena de hermanos, sin darme cuenta yo, porque no tenía la edad que ahora tengo, que mi madre era parecida a un árbol que todos los años daba frutos, pero mi madre, que cosa rara no me pareció, en el año daba más que un fruto debido, me parece a que ella no es grande como los árboles, pero esto sí no lo sé, el fruto de mi madre era inmensamente más grande que los frutos de los árboles. A todo esto yo no sé qué incumbencia tenía mi padre en el cuento de la vida, sabiendo yo, por haberlo visto que él a los árboles les hace una rueda de tierra, a una raza, dice él, alrededor de los troncos y en esas ruedas hecha unas sales que se llama salitre y después coloca agua, diciendo que el agua se llama riego, pero no lo hacía con mi madre".
Este párrafo aquí transcrito, nos brinda la posibilidad de pensar como se gesta la vida de una familia, que decide vivir en la isla, que de acuerdo, a la confesión del autor Fernando Morgas Cortés, retoma la cercana experiencia de un amigo que ha permitido por todo lo que aquí ocurre, la desnudez del alma humana, su maldad, pero también su amor.
Por Carlos René Ibacache I. Miembro Correspondiente
por Chillán de la Academia Chilena de la Lengua.