Un libro de 77 páginas de sorprendente contenido, que nos ha hecho pensar en profundidad. Lo escribió el profesor Luis Alvarez Avendaño, integrante del Grupo de Los Titulados, de la carrera de Pedagogía en Castellano de la Universidad del Bio Bio y que en crónica anterior considerábamos su creación finalidad y directorio actual. Este joven profesor, Luis Alvarez, es quien nos sorprendió con su modo de enfrentar, la actual realidad de la tradicional sociedad conyugal, a que llamamos matrimonio. Al referirse a su constitución y a su libreta de familia, la define como un documento en proceso de extinción, que la describe del siguiente modo; registro simbólico de los embates, típico de la sociedad contemporánea, testigo de la incredulidad social, evidencia de la vida y la muerte en una misma plana, dando a entender que ambos eventos son muy cercanos, responsabilidad, trabajo, entrega y por sobre todo amor, sin estos materiales esta institución se desmorona. Bien dicen que no es necesario, no sé si las relaciones sin libreta, sus ingredientes. Aquel que no ama, no piensa en casarse y por favor, no tenga hijos (le harán un gran favor a la humanidad).
No hay duda sobre los afanes que preocupa a nuestro autor. En seguida, nos plantea lo que él quiere en estos momentos, deseos entre los cuales debe ser la mayoría sino todos los lectores de este libro quiero sentir afecto por el otro, quiero ver crecer a mi hijo, quiero que mi madre descanse, quiero llegar al trabajo y nos saludemos entre todos, quiero que el chupamedias deje de serlo, quiero pagar mis cuentas y salir de Dicom, quiero mi casa, quiero independencia y tranquilidad.
Sin embargo hay una pregunta que inquieta a nuestro autor y profesor ante tanta contradicción que encontramos en la vida de quienes viven el mundo de hoy, cuando escucha a seres de su nivel, que lo más que desean es ser dueños de una linda casa y de un auto más grande que el de mi vecino o colega. ¿Por qué intento llenar mis vacíos con objetos? Hay ausencia de humanidades es una de sus respuestas. Y al respecto dice: Este intento o este defecto tan humano y moderno, tan propio de nuestra sociedad, nos lleva a prestar atención sobre la inconsecuencia de nuestra realidad. Si hago lo que me gusta, debería conectarme con las personas, ser más amable, más solidario, más empático, menos agresivos y criticones. Pero esto no ocurre así. Trabajo con otros, pero los utilizo para satisfacer mis ambiciones personales.
Por ende los veo como un medio, como una pieza útil a mis intereses. Y de nuevo mi pregunta ¿Por qué intento llenar estos vacíos con objetos? La respuesta de este escritor y yo con él. Aplaudo su respuesta. Porque debemos devolverle su misión a las humanidades.
Por Carlos René Ibacache I. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.