¡Lo último que nos faltaba! El 61% de los chilenos cree en el "mal de ojo". Lo comprobó una reciente encuesta del Centro de Estudios Públicos. ¿De qué se trata? De la creencia que atribuye a determinadas personas tener "sangre pesada", lo que determina que, con una mirada, de contenidos magnéticos, pueden ocasionar daño físico o mental a los demás. Se dice que los "ojean". Y de los que logran enfermar se dice que "están ojeados".
Al contrario de lo que muchos piensan, la superstición no nació en los campos del sur de Chile. Es muy antigua y, además, es importada. Hay referencias de ella en la Antigüedad, especialmente en Egipto y Grecia. En Egipto se llamaba "ojo de horus". En Grecia, Nazar u "ojo griego". En Israel, Jamsa. También se instaló con fuerza en el mundo medieval. A lo largo de los siglos, también, surgieron "contras" o formas de combatirlo. Entre ellas, la aplicación de sal, mostaza, aceite de coco. Asimismo, pisar los zapatos nuevos del prójimo y escupir a bebés y embarazadas. A las guaguas se les santiguaba con azúcar, que luego se lanzaba sobre un brasero. porque se le atribuía origen infernal.
En primer término, es efectivo que personas de "sangre pesada" han existido siempre. En el país se les llama "pesados de sangre" y, más modernamente, "tóxicos". Envenenan el ambiente en cuanto llegan. Oscar Wilde dijo: "Hay personas que producen alegría cuando llegan. Otras, cuando se van". Lo que sí tenemos los chilenos, y, lamentablemente no se preguntó por el tema en la encuesta es "mal ojo". No confundir con el "mal de ojo". En definitiva, el mal ojo abunda, por ejemplo, en el mundo político, sobre todo en el Congreso, a donde llegan parlamentarios con baja o nula preparación. Por contraste, demuestran tener muy buen ojo a la hora de cobrar sus dietas y generosos viáticos. También existe mal ojo en la Contraloría, cuyas máximas autoridades dedican el día a ignorarse, por diferencias personales. ¡Y para qué hablar del pésimo ojo que han mostrado últimamente algunas instituciones!
Falta también mejorar el ojo de muchas autoridades, a fin de que enfoquen la mirada sobre los problemas reales de la gente, que siguen siendo seguridad, salud y vivienda, así como protección del adulto mayor.
En el plano presupuestario, hay que sacar el ojo de Santiago y extenderlo a regiones, que, aunque algunos no lo crean, son parte esencial de Chile. Algunos dirán que, con lo que cobran los oftalmólogos, no es difícil tener mal de ojo. Tienen bastante razón. Pero, como no se trata de un problema físico, sino de una superstición, es fácil superarla. Bastan la confianza, la fe y la seguridad en uno mismo.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.