Aunque muchos chilenos parecen haber perdido definitivamente su capacidad de asombro, algunos quedaron estupefactos frente al último escándalo de Gendarmería. En el penal Colina 2 "descubrieron" un módulo con celdas VIP, ocupadas por narcotraficantes. Contaban con modernas máquinas de ejercicio, refrigeradores, frigobar, pantallas planas para ver películas, freezers para almacenar carnes de primer corte, cocina, azulejos, cerámicos, equipos de música y otras comodidades dignas de un hotel cinco estrellas. A esto se suma que los delincuentes tenían el privilegio de cerrojos y candados para resguardar su privacidad. ¿Cómo ingresaron al recinto y por qué disfrutaban de estas inconcebibles granjerías? Misterio, no precisamente gozoso, sino explicable por la antigua y siempre vigente corrupción.
Ninguna persona normal va a creer que en lo sucedido no están implicados altos mandos y funcionarios de la cárcel. Sin duda, los antisociales necesitaron de su bien remunerada complicidad para ingresar grandes y pesados equipos. La palabra es una sola: coima.
Lo peor se supo el fin de semana, cuando el director de Gendarmería denunció que los responsables fueron, obviamente, jefes, que permitieron que esto sucediera desde hace 10 años a la fecha. ¿No hay ninguna institución en Chile que se diera cuenta y se atreviera a investigar el escándalo y procesar a los responsables? ¿O tenían fuero? ¿Hasta qué niveles ha llegado la descomposición?
En el último año, el país fue informado de escándalos en el Ejército, Carabineros de Chile, el Congreso, parte del empresariado, la iglesia católica y el Poder Judicial. El último fin de semana se anunció una investigación por hechos oscuros en la PDI. No está demás recordar que se creía que eran instituciones intocables y constituían la reserva moral de la patria. Por eso, la pregunta natural es: ¿Qué nos va quedando? ¿A quién recurrir?
La respuesta es difícil. Cuando los custodios de los principios y valores se derrumban, hay poco o nada por rescatar.
Lo sucedido en Colina 2 no fue la última sorpresa. En Gendarmería y otras instituciones hay muchas más por descubrir. Ojalá las autoridades máximas del país tengan la firmeza que se requiere, a fin de erradicar la corrupción. Ésa que hasta hace algunos años nos parecía tan lejana y que hoy parece enseñorearse entre nosotros. La corrupción, que antes parecía propia de países tropicales, hoy funciona a toda máquina en el país. También se instaló en algunos municipios. Gendarmes, ministros de corte, políticos, sacerdotes y carabineros y detectives corruptos algunos trabajadores administrativos son parte del fenómeno. Habrá que prepararse por si pronto aparece algo más.
Éste no es el Chile que conocíamos. Parece que el país honesto quedó atrás o en tumba, sepultado por el dinero.
Raúl Rojas, Periodista y Académico.