Lo esencial de Navidad es recordar un nacimiento que para los creyentes se convierte en uno de los pilares de la fe. Nació el que es considerado salvador. Un nacimiento nada extraordinario, y tan extraordinario como todo nacimiento de un ser humano y, también, con todas sus complicaciones. El recuerdo del acontecimiento se hace fiesta universal (todos invitados) y con los años se desvirtúa su comprensión. Al punto que muchos que no creen, celebran Navidad y muchos creyentes la celebran con signos y gestos que la contradicen.
La Navidad es fiesta cristiana. Por cierto, es difícil de mantener la pureza de la celebración porque la fe cristiana es difícil de aceptar y de creer. El problema no es tanto el acontecimiento, que celebrar un cumpleaños no es problema, el asunto es que ese nacimiento, desde la experiencia creyente, transforma nuestra manera de vernos y de ver la humanidad.
La fe enseña que el mundo no es casualidad, que fue creado y que la naturaleza tiene una lógica que se puede conocer, no es mágica y que el ser humano tiene responsabilidad sobre sí mismo y sobre el mundo en que vive. Por eso, es tan importante comprender el mundo, el universo y desarrollar el conocimiento científico en todos los ámbitos. La fe, también, nos advierte que el ser humano, desde los inicios, ha sido capaz de lo mejor y de lo peor; para bien del mismo ser humano y del universo entero se necesitaba arreglar la situación. El inicio de una situación mejor, en que se enfrentan los peores problemas que provocamos los humanos, es la Navidad. Es la afirmación de que alguien confía plenamente en nosotros, que podemos ser buenos y que podemos solucionar las atrocidades que hemos cometido.
En contraste, solemos celebrar la Navidad casi de manera impulsiva, sin detenernos a pensar lo que hacemos, y con un despliegue de buenos deseos que no pasan de ser eso, solo buenos deseos y nada más. Muchas de las cosas que hacemos son buenas: buscar la paz, hacer regalos, mejorar el clima de relaciones interpersonales, preocuparnos por los más necesitados, procurar que todos puedan tener algo para celebrar, todo eso es bueno pero infecundo. Tomemos en serio la Navidad, demostremos nuestra madurez y como adultos que saben lo que hacen dejemos que esta fiesta transforme nuestra convivencia familiar y ciudadana y, comencemos a creer que, efectivamente, podemos ser buenos, que nuestros problemas y los problemas de la sociedad tienen salida. No será sin el aporte de nuestra bondad. Navidad es para que usted crea en los demás y en usted mismo. La razón es sencilla, Dios cree en la humanidad y se abandona a nuestra acogida, se arriesgó a ser uno de nosotros. Eso es Navidad, Dios con nosotros.
Luis Flores Quintana Sacerdote Diocesano.