La corriente filosófica del existencialismo, desarrollada a partir de fines del siglo XIX, plantea que los miedos esenciales del hombre son: a la enfermedad, la muerte y la soledad. Entre los temores que los siguen figuran: el hambre, la inseguridad y la intranquilidad.
Valga la introducción para comentar que estos miedos y temores están más vigentes que nunca en el mundo en general, que, luego de un acelerado desarrollo tecnológico, se creía inmune frente a estas amenazas. Vivimos tiempos que nos recuerdan cuán débil es el ser humano frente a la enfermedad y la muerte. El coronarivus, por mucho que haya cambiado su nombre a Covid 19, desafía hoy la existencia humana en más de 200 países, incluido Chile, como bien sabemos. Junto a él, la soledad en que vivimos, donde su aparición, en cada caso, nos ha obligado a aislarrnos y donde cada uno, según el tipo de atención que reciba y de acuerdo a su condición física y el estilo de vida que haya llevado, debe librar su lucha personal contra el mal que arrolla al planeta. La medicina y sus abnegados trabajadores hacen lo que pueden. Lo demás, está en manos del ser supremo, fuera del alcance del hombre.
Con frecuencia y certeza se afirma que, en tiempos de crisis, aflora lo mejor y lo peor del ser humano. Chile no escapa a esa sentencia. En las últimas semanas, hemos vito desaparecer el odio y la violencia desatados a partir del 18 de octubre. Han sido aventados por la generosidad, la solidaridad, el trabajo sin tregua, por cierto sentido de unidad nacional, que tanto necesitábamos recobrar.
Simultáneamente, sin embargo, también hemos visto emerger características negativas, como el individualismo, el egoísmo, el intento de abusar del prójimo y obtener el máximo de beneficio personal. Así, aparecieron los que pretendieron desobedecer las órdenes sanitarias oficiales frente a la emergencia, los quisieron burlar la realidad y lanzars a las calles sin respetar la salud y la vida del prójimo. También surgieron aquellos que buscaron subir precios de productos y servicios esenciales y esparcir falsos rumores sobre desabastecimiento.
No es posible dejar de mencionar a sectores privados que hicieron bombásticos anuncios publicitarios sobre supuestos beneficios, que en su letra chica resultaron ser sólo "ofertones", destinados a acumular más recursos en beneficio de sus arcas.
En el que podríamos llamar "lado B" de la crisis también forman fila los que se apoderaron malamente de recursos esenciales para la salud y la vida. Entre ellos, los que hicieron desaparecer el alcohol y las mascarillas de calidad, que prontamente aparecieronn en el mercado negro, a precios increíbles y nefastos.
Raúl Rojas Periodista y académico