La violenta aparición del coronavirus en Chile no sólo trastornó todos los ámbitos de la vida nacional, sino que también provocó la aparición de una serie de personajes que actúan al amparo de la pandemia.
El primer ejemplo corresponde a los mandones, término acuñado por Agustín Squella, Premio Nacional de Humanidades. Son los que se dedican a actuar en forma agresiva y prepotente y dar órdenes al prójimo, que van desde cómo comportarse en la calle cómo ingresar a un ascensor. Se caracterizan porque siempre asumen que ellos, y solamente ellos, saben lo que les conviene a los demás. A esto se suma que se creen autoridades o líderes.
Después están los asustados, que se cambian de una acera a otra, bajan del ascensor o se van de pie en un bus, a fin de no toparse con el prójimo. Los inspira el miedo al contagio. Confunden la distancia física con la distancia social y viven cada día con temor.
Los siguen los fiscalizadores, que siempre andan vigilando la conducta de los demás y denunciando en forma escandalosa supuestas o reales irregularidades. Por ejemplo: "¡Póngase correctamente la mascarilla!", "Tenga cuidado", etcétera.
Siguen los sanitizadores, que exageran en las precauciones y hasta limpian con cloro la suela de sus zapatos, se bañan y cambian ropa dos o tres veces al día, la cual, según su criterio, debe lavar cotidianamente su señora, "porque en la lavadora también hay virus".
Los falsos químicos farmacéuticos no escapan a esta clasificación. Con aire doctoral, recomiendan desde la ingesta de antibióticos hasta mentolátum. Lo peor es que aseguran que "conocen" a fondo las bondades de esos productos.
Los naturalistas, son los obsesionados por el consumo de plantas y hierbas, los cuales aseguran que, si los demás siguen sus consejos, no contraerán el covid 19, o por lo menos se recuperarán con una velocidad asombrosa.
Hay que agregar los proclamadores de héroes. Son los que declaran admiración porque alguien cumple su deber en el campo de la salud o en la habitual recolección de aseo en todas las comunas. No es que no sean justos, sino que aparecen con demasiado generosos. Hace pocos días, definieron como heroína a una mujer que vendía pan amasado en la vía pública. Lo correcto es que se trataba de una persona esforzada, y nada más.
Los intérpretes de estadísticas consagran el día a leer torcidamente las cifras que informan las autoridades, difundir su opinión en las redes sociales y señalar que sólo ellos dicen la verdad.
Hay muchos más. Los catastrofistas ven la evolución de la pandemia, anunciada por los expertos y anticipan, con voces de ultratumba: "Esto se va a poner peor". Dedican las 24 horas del día a anunciar el apocalipsis.
Los faranduleros (as) concentran su energía en ponerse trajes exóticos o en realizar cualquier actividad, como cocina, con el mayor número de cámaras posible, a fin de encontrar acogida en pantalla.
Raúl Rojas Periodista y académico