El hambre
A inicio de la tormenta pandémica, en marzo, no nos imaginábamos a la tragedia a la que nos estábamos dirigiendo: el retorno a la pobreza y el hambre en Chile. Si bien algunos quieren ver en el retorno de las ollas comunes un estado deseable, estamos entrando en la fase más destructiva de la pandemia y la que definirá los desafíos de nuestra post pandemia (aún por ver).
Un diagnóstico colectivo nos decía que los últimos 30 años habían sido pura desigualdad y puro libre mercadismo. Pero hoy estamos perdiendo lo que el 18-O no pudo destruir: la salud y el bienestar más básico. La historia social chilena ha destacado el hambre que generaron las crisis económicas de 1982 y 1983 que dieron inicio a las jornadas de protesta contra el régimen de entonces. Hoy por hambre podemos temer lo peor, sin por ello pecar de catastrofismo. Y las buenas intenciones no nos salvarán. La crisis postpandémica será un retorno al economicismo vapuleado por tantos críticos de piel adolescente e intelectuales de lo obsoleto. Pasar hambre debe convencer de la importancia de la estabilidad y el crecimiento económico.
En sencillo. Necesitamos una ruta de progreso que nos saque de las necesidades que creíamos cubiertas para siempre: el hambre.
Camilo Barría-Rodríguez
Historia
Corría el año 2008 cuando el gobierno kirchnerista dio un zarpazo a los fondos que manejaban las AFP (AFJP) argentinas haciéndolas desaparecer y metiendo al bolsillo sin fondo del Estado más de 30.000 millones de dólares. Esta expropiación fue considerada el robo del siglo en Argentina.
Hace un mes, un grupo de políticos chilenos tuvo una reunión virtual con el Presidente argentino y sus colaboradores. Al parecer, algunos salieron iluminados de esa reunión porque rápidamente propusieron un proyecto (inconstitucional) para terminar con las AFP chilenas y traspasar los ahorros previsionales de millones de chilenos al Estado.
En Argentina hoy, doce años después del llamado "robo del siglo" y muchos años después que el botín se lo gastaran rápidamente en pensiones, el sistema jubilatorio argentino, que es de reparto, entrega jubilaciones extremadamente bajas. Y, como si eso fuera poco, es un sistema completamente deficitario e insostenible en el tiempo. En promedio, las jubilaciones en Chile son muy superiores a las del sistema de reparto que rige en Argentina.
¿Habrán explicado a los chilenos presentes en la citada reunión que, al menos en nuestra región, un sistema de reparto real genera pensiones menores que un sistema de capitalización?
José Luis Hernández Vidal
¿Caridad o derechos?
La economía vive una de sus mayores recesiones históricas. Una contracción regional promedio de -5,3%, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la pérdida de 195 millones de puestos de trabajo a tiempo completo en el mundo, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) afectarán, especialmente, la economía informal y las pequeñas empresas.
En Chile, solo durante abril, la economía se contrajo -3,3% a la luz de lo informado por el Banco Mundial, y el PIB cayó entre 1 a 2,5%, según lo indicó el Banco Central. Ello implica la pérdida de cientos de miles de empleos, la dramática disminución de los ingresos de miles de hogares y una cesantía que pronto llegará a los dos dígitos.
Ha aumentado la violencia de género, hay migrantes "acampando" en condiciones indolentes frente a sus embajadas y con el peak de contagios, comienza a hacer agua el sistema de salud.
Ante esta crisis humanitaria, el gobierno ha desplegado la "gran estrategia de las cajas": una acción comunicacional y de política pública que pretende dar respuesta coyuntural al momento que se vive.
Según algunos alcaldes, estas cajas suponen un gran esfuerzo logístico que, en el mejor de los casos, y con apoyo de las comunidades organizadas en sus territorios, permitirá entregar mil cajas diarias en las comunas. Se estima que una familia podría tardar cerca de un mes en recibirla.
Esta es una visión caritativa de la política pública y no de una concepción de derechos y de justifica social: no es eficiente ni coherente con las necesidades reales de las familias chilenas y de migrantes residentes en el país, pensar que una caja de comida mitiga sus necesidades.
Según el gobierno, no hay problemas de abastecimiento, entonces, no se entiende la ausencia de una política de subsidio digno que transfiera los dineros a los municipios para que establezcan coordinaciones con las familias más vulnerables y se les provea de apoyos para sus alimentos en los tiempos adecuados. Se requiere de confianza en los acaldes y de acciones de política compensatorias sostenidas por un mínimo de tres meses y equivalentes a los costos de la canasta alimentaria básica.
Neida Colmenares, directora Ciencia Política UCEN