Un tema en el que se ha venido insistiendo constantemente desde este espacio es la conducción de vehículos motorizados con estricto apego a la normativa vigente. Ello porque, si bien ha bajado el flujo de automóviles desplazándose por las calles de las ciudades debido a los periodos de cuarentena que han enfrentado las distintas comunas, eso debiera incidir en una menor tasa de accidentes de tránsito, pero la realidad dista de aquello.

Una de las razones de este problema, según una indagatoria realizada por el Ministerio de Transportes, radica en que al haber menos flujo vehicular, los automovilistas tienden a aumentar la velocidad de desplazamiento. Si a ello se le agrega una conducción imprudente, no atenta a la señalética vial y además haciendo uso de dispositivos móviles mientras se guía un vehículo motorizado, el resultado no es muy alentador.

Frente a este escenario se hace necesario volver a este tema, con la finalidad de generar una real toma de conciencia por parte de quienes asumen la conducción de un vehículo motorizado. Es habitual ver vehículos circulando a velocidades que claramente exceden los 50 kilómetros por hora permitidos como máximo en la zona urbana, o bien a conductores manejando mientras hacen uso de sus teléfonos celulares, ya sea hablando por ellos o bien chateando.

Cuando el país enfrenta el mayor desafío sanitario en su historia reciente, todos los esfuerzos logísticos, económicos y humanos de la Salud debieran estar puestos en la batalla que se está librando para controlar el avance del coronavirus y a la vez proteger a la población.

Por ello, exponerse uno y a la vez a otros a un accidente de tránsito, por mera irresponsabilidad, es un acto absolutamente egoísta e irresponsable, más cuando casi la totalidad de los incidentes viales son evitables.

En momentos tan duros como los que enfrenta el país, la responsabilidad y el cuidado personal y colectivo son fundamentales.

Jorge Díaz Arroyo (Chillán Viejo 1977), profesor de Historia y Geografía y licenciado en Educación e Historia en la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso (2005), productor cultural y comunicador social. Hijo de Jorge Díaz, poeta y de Mirta Arroyo, cuidadora de adultos, dos hermanos.

Pocas personas trabajan en lo que fue su sueño de niños, Jorge Díaz, es uno de ellos. Desde pequeño disfrutó de los libros y el cine, pasiones en las que se sumerge día a día como profesional. Como historiador ha cultivado facetas novedosas en el ámbito de la cultura, el patrimonio inmaterial y la memoria. Teniendo como base su formación académica, se ha especializado y ha desarrollado variados proyectos de investigación, formación, edición, publicaciones y medios audiovisuales. De espíritu inquieto y emprendedor, en el año 2007, fundó ICD (Ediciones Investigación, Cultura y Desarrollo) y la Productora Panquehue Films, con la cual ha llevado a cabo cortometrajes y largometrajes. Entre ellos, realizó una serie documental de historiadores chilenos contemporáneos: tres visiones de la Historia de Chile, junto a su alma mater, la Universidad de Playa Ancha y la Universidad Finis Terrae (2011-2013). Esta trilogía es un aporte de valor para la historiografía chilena, pues presenta la visión de tres representantes de distintas corrientes historiográficas como son: Gonzalo Vial Correa, hoy desaparecido, Sergio Villalobos y Gabriel Salazar. De Chillán Par(r)a Nicanor (2015); El imaginario de Remberto Latorre (2017); El bus de Carlitos (2019) y en la línea de historiadores, lanzó el documental sobre el Alejandro Witker, titulado, Un afán incansable (2019), entre otros.

Durante los años 2012 y 2013 se desempeñó como administrador de la Corporación Cultural de Rengo y desde el año 2013 al 2014, como editor de la revista Quinchamalí, Artes, letras, sociedad en Chillán, para el Taller de Cultura Regional de la Universidad del Bío - Bío, prosiguiendo hasta hoy como investigador y colaborador de artículos en dicho medio escrito. Ha publicado un libro, La extraordinaria vida de Simón Yarza (2014), diversos artículos de investigación en revistas y ha expuesto en seminarios de la especialidad, sobre historia de las ideas y la cultura.

Ha ejecutado variados proyectos culturales, algunos financiados con fondos concursables y otros con recursos propios como: la revista digital Observatorio Regional; el proyecto de la revista Leamos, la que tuvo como objetivo el fomento lector en establecimientos educacionales de Ñuble, con 24 ediciones (2014 - 2015). También ha realizado talleres de cine y la creación de una fotonovela. En el rol de editor ha publicado varios libros, entre los que sobresale la obra del dramaturgo Remberto Latorre; revistas y cómics para distintos escritores, historiadores, dibujantes e instituciones. Con una estadía laboral de ocho años en Chillán, Jorge Díaz Arroyo, marcó una huella como comunicador social, con aportes culturales innovadores y concretos en el campo de las Ciencias Sociales. Hoy se ha trazado nuevos objetivos en otra región del país. Perdemos para Ñuble un productor cultural de excelencia.

Alicia Romero Historiadora