Gabriel García Márquez, escribió El amor en los tiempos del cólera, aludiendo a la pandemia de esta enfermedad que azotó gran parte de Centroamérica y el Caribe, indicando que los síntomas de la enfermedad eran similares a los dolores por causa del amor.
Los sexólogos aportan desde sus trincheras con nuevos y prácticos consejos de como masturbarse y ocuparse de la "autogestión" asistida vía chat, videollamada o sexthing, que por supuesto, no es lo mismo que la naturalidad de un encuentro sexual, siempre y cuando la religión lo permita y los demonios internos cedan frente al dogma.
Distinto es en las parejas que conviven y duermen bajo el mismo cielo, el hastío de las largas cuarentenas y el teletrabajo han disminuido el deseo sexual, mirarse todo el tiempo, cuidar a los hijos, aportando además los contenidos pedagógicos, se ha vuelto un kilombo de proporciones, no todos han nacido con vocación docente.
En el libro de García Márquez, Florentino Ariza, imposibilitado de acercarse a Fermina Daza, acudía hasta el parquecito frente a la ventana de la amada y desde allí interpretaba tristes melodías con su viejo violín, esa era la forma escogida para amarla, se conformaba con mirarla desde lejos, amenazado de muerte por el padre de Fermina, amenaza que se asemeja bien a la que vivimos hoy con el coronavirus.
Permanentemente nos preguntamos, cuándo acabará todo esto. Que si la vacuna, que si el medicamento milagroso, en fin, cuándo acabara este aislamiento feroz, extrañamos todo, incluso lo que odiamos. Según el evangelista Juan, el amor lo puede todo, pero eso va a depender únicamente del tiempo que estemos dispuesto a esperar por la caricia suprimida y el beso perdido, dependerá de las tácticas que cada uno implementará para no morir de hastío, para no morir de soledad.
-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? - le preguntó . Hoy, cada uno tiene la respuesta
En tiempos de Covid-19, el amor o la forma de amarnos ha cambiado rotundamente, teniendo en cuenta que el distanciamiento es la única manera de cuidar al amante sumergido en el teletrabajo o tomando todas las medidas necesarias o casi obligatorias para no contagiarse y no contagiar en caso de desplazarse al lugar de trabajo. Obligadamente hemos suprimido los besos, el contacto humano, las caricias y el placer al que estábamos acostumbrados, suprimirlos como un verdadero acto de amor hacia el otro.
Laura Daza
Gestora Cultural