"El hambre es un peligro real y muy fuerte, llevamos meses con graves dificultades"
Dice que el país no debe permitir que los niños más pobres soporten los efectos socioeconómicos de la pandemia, como ocurrió en la crisis de 1982. Para superar las dificultades, pide un esfuerzo "con una carga conjunta".
La pandemia del nuevo coronavirus en Chile ha generado una situación preocupante. Es un escenario de salud pública grave, que además pasa en estas semanas por un momento crítico, pero también tiene secuelas importantes de aumento de la pobreza. Como dice Benito Baranda, la que el país está enfrentando es una crisis que no es sólo la sanitaria, sino también socioeconómica.
Dedicado toda su vida a las labores de índole social, Baranda, presidente ejecutivo de América Solidaria y exdirector del Hogar de Cristo, está muy consciente de este escenario en que se están agudizando los efectos económicos de la pandemia. Por una parte, aumentan las ollas comunes y los índices de pobreza y, por otra, el gobierno hace entrega de cajas de mercadería y otros beneficios, y llega a un acuerdo con la oposición para enfrentar los efectos de la pandemia que, aseguran, van a durar varios años más.
-La pobreza siempre ha existido en Chile, aunque podía estar menos visible. ¿Se imaginó que recrudecería?
-Si nos ponemos en la misma época del año pasado, jamás me hubiese imaginado que íbamos a llegar a esto, entendiendo eso sí que desde el año 2014, en Latinoamérica, ha costado mucho reducir la pobreza entre los adultos y también entre los niños. Hasta ese año tuvimos un descenso acelerado de la pobreza en América Latina y el Caribe y también en Chile. Eso se fue ralentizando en el último tiempo. Pero no imaginaba el alza de la pobreza que hemos tenido en estos meses ni tampoco imaginaba las repercusiones profundas que iba a tener esta pandemia desde el punto de vista social.
-Ha habido protestas y aumentan las ollas comunes. El hambre, ¿es un peligro real?
-De todas maneras. Es un peligro real y muy fuerte, porque llevamos más de dos meses con graves dificultades para muchas familias que trabajan en el mercado laboral informal para que obtengan ingresos para poder vivir. Eso no ha sido cosa de estas últimas semanas, viene más o menos desde febrero e inicios de marzo que las familias en los sectores populares ya comenzaron a verse impactadas por la reducción de recursos y oportunidades laborales.
-Una de las soluciones ha sido la entrega de cajas de mercadería por parte del gobierno. Ha resultado más lento de lo esperado y usted ha sido muy crítico con ella. ¿Qué es lo que no le gusta del mecanismo?
-No es que me guste o no. Lo que digo es que cuando se quiere colaborar con las familias para que ellas tengan ingresos para poder sostenerse en medio de la crisis, hay que buscar un mecanismo que le permita a esa familia recibir rápido la ayuda y tener la libertad de disponer de esa ayuda para las necesidades que esa familia tenga. Y no determinar uno qué tipo de ayuda hay que entregarle. Eso era un mecanismo más útil 50 años atrás, pero hoy día, no. Si uno busca mecanismos eficientes para hacer llegar ayuda a las familias, sin lugar a dudas lo más eficiente es la transferencia económica. Lo engorroso de las canastas ha sido que muchas de las familias van a recibir tardíamente las canastas; y, en segundo lugar, ha sido una operación logística gigantesca. Las canastas son necesarias, y yo participo en la entrega de canastas y ollas comunes en La Pintana. Pero cuando el Estado decide una política pública para que las familias puedan estar mejor, tiene que buscar la mejor política pública, la más eficiente. Pero hay que colaborar para que tenga éxito. Las quejas de que no era la mejor política ya pasaron. Ahora hay que procurar que resulte.
-Entiendo que tampoco le gustó mucho el despliegue mediático.
-Lo que he señalado es que cuando vas a entregar canastas, el mejor vehículo para hacerlo es el municipio, no el gobierno central. El gobierno central, por lo demás, está disponiendo de recursos que son regionales. Hay que recordar que estas canastas se están pagando con recursos que pertenecían a los gobiernos regionales, cien millones de dólares, y era ideal que fuesen los municipios los que se encargaran de manejarlos y ellos graduaran la entrega de las canastas. Ya lo estaban haciendo muchos municipios con recursos propios o con recursos de donaciones privadas y organizaciones de la sociedad civil. La enorme logística del gobierno central afectó fuertemente los precios de los productos, lo que al final también impacta a los más pobres. Ya veníamos con un alza del IPC de los pobres más alta que el resto del IPC. Por otra parte, cada vez que el Estado hace una acción de colaborar con las familias más pobres, se realiza con los impuestos de todas las personas, también los de las personas en situación de pobreza. Yo no puedo aprovecharme de los impuestos de los otros para hacer una publicidad o propaganda, sea del partido o credo religioso que sea. No es un juicio de alguien en particular, pero no hay que aprovecharse de las catástrofes.
-Si prefería la transferencia directa en dinero más que en mercadería. ¿Es sólo por una razón de eficiencia o hay otras?
-Hay muchas razones. Por lo menos, cuatro. Una, claro, es la eficiencia en la llegada a las personas. Segundo, la libertad en el uso de los recursos: tal vez no necesitas alimento, pero necesitas parafina, porque han sido días muy helados; o gas, o una cuenta; y tienes alimentos porque tenías de antes o te llegaron de otro lado. Lo tercero, es que cuando se reciben los recursos, ellos quedan en tu comuna: los usas en la feria o en el mercado local o el almacén, especialmente en los alimentos perecibles; si esos se compra localmente, sostienes mejor el resultado de la crisis a nivel local. Lo cuarto, que es muy importante, es que a través de una transferencia económica, se reconoce el derecho de esas personas a poder disponer de esos recursos que son de todas las personas en Chile, ese es un derecho que tenemos que asegurar: las personas deben tener un ingreso asegurado para poder vivir, sobre todo en un país en que tenemos un ingreso per cápita alto (comparado con otros países del continente), muy mal distribuido. El Estado debe asegurarlo en cuanto ingreso, no en bienes, para que efectivamente sea un derecho.
-Decía que los alcaldes son quizá los mejores guías en temas de la adecuada asignación de recursos. ¿Por qué?
-La estructura municipal, no necesariamente los alcaldes o alcaldesas, sino que la estructura municipal conoce muy bien su terreno. Tiene ya catastradas a las familias, en La Pintana, por ejemplo, los adultos mayores, que tienen grandes dificultades, están georeferenciados, saben dónde viven. La primera entrega de cajas hecha por el municipio de La Pintana en alianza con el municipio de Las Condes fue para nueve mil adultos mayores con muchas dificultades, y eso se hizo mucho antes de que lo hiciera el gobierno central. Los municipios están en contacto diario con las familias y era el grupo más importante que debía haber sido convocado para poder prevenir la extensión de la pandemia. Lo más probable es que hubiéramos tenido un devenir más positivo si hubiesen participado instancias locales. Actualmente el control sanitario de las personas contagiadas se realiza desde la autoridad sanitaria fuera del territorio y hoy día se está tratando de cambiar eso para los consultorios, pero eso se debería haber hecho desde el principio. En nuestras poblaciones, las mismas familias se han puesto de acuerdo para alimentar a aquellas que están con covid. Hubo rechazo al inicio; pero ya no: hoy se les hace llegar todos los días su alimentación para que no salgan. Cuando la red comunitaria es convocada para trabajar, siempre resulta mejor para enfrentar una catástrofe de la envergadura de la que estamos enfrentando ahora, que no es sólo la sanitaria, sino también socioeconómica.
-¿Hasta qué punto la situación sanitaria puede hacer retroceder a familias que habían salido de la pobreza a volver a ella?
-Tenemos los antecedentes de las encuestas Panel Casen, que se hacen de una Casen a otra, pero con la misma familia. Lo que nos demuestran las investigaciones del pasado es que las familias por dos motivos vuelven a caer en pobreza: uno es por la pérdida de trabajo y el otro es por alguna enfermedad grave o catastrófica. En este caso estamos frente a los dos motivos y entonces la probabilidad de caer en pobreza es altísima. En el pasado decíamos que teníamos 8% o 10% de pobreza, pero el 30% de las familias había pasado en algún momento por pobreza, un tercio de las familias chilenas. Ahora, la cantidad de familias que incluso estando en una clase media muy frágil pueden caer en pobreza, es alto. Y el deterioro que se provoca en esa familia como para poder remontar y volver a tener un estándar de vida similar al que se tenía antes de la pandemia, es algo muy difícil en medio de la pobreza.
-En el caso de las familias más pobres, ¿el problema es mayor por la dificultad del trabajo informal?
-Por supuesto, en Chile se había llegado a un 29% de empleo informal, pero si vas a una población periférica de estas que ha construido el ministerio de Vivienda en Santiago, eso llega al 40 o 50% y después de esta pandemia va a llegar incluso al 60% hasta que se recupere el empleo principalmente de la construcción. En el sur de Santiago, por el eje de Santa Rosa, muchas personas vendían en los grandes paraderos y hoy día eso no existe. Las colas de las ferias, duplicaban la feria o incluso la triplicaban los días domingo; tampoco tienes eso; hoy se ha relajado, porque esas personas requieren trabajar para poder vivir.
-¿Cree que el endeudamiento estatal es una vía posible?
-Los y las economistas que han trabajado y están trabajando en la Comisión en el ministerio de Hacienda, algunos y algunas ya habían hecho un planteamiento en el cual sugerían utilizar parte de los recursos que Chile tenía afuera. Bueno, yo creo que ellos son quienes tendrán que decidir. El crédito, dicen, está barato hoy en día, por lo que quizá fuera preferible utilizar crédito antes que utilizar los fondos existentes afuera. Esa será una decisión económica. Sin embargo, está claro que esto no puede ser como la crisis de 1982, en esta crisis estamos en plena democracia. No la pueden soportar los niños y niñas más pobres de Chile, como soportaron la crisis del 82, que terminó dañando casi irreparablemente sus vidas. Muchos son ahora adultos que no creen en el Estado y tienen una alta desconfianza en la institucionalidad, porque quedaron abandonados entonces. Llegamos a tener más de un 60% de pobreza y un 35% de desempleo abierto. Esa crisis no puede repetirse hoy día. La salida de la crisis la tenemos que hacer en conjunto. Si tenemos que endeudarnos o utilizar recursos que tenemos en el extranjero, hay que ponerse de acuerdo para hacerlo. Si tenemos que pagar por 10 o 20 años, se pagará. La deuda subordinada de los bancos tardó más en pagarse: se decidió salvar la banca y no salvar a las personas y los pobres fueron abandonados. Eso no puede ocurrir de nuevo. Chile tiene que hacer un esfuerzo para que la salida de la crisis sea una con una carga conjunta: con una carga mayor para los que no viven en pobreza y con una carga menor para los que viven en ella.
-Usted lleva muchos años en las labores sociales, ¿algún consejo al gobierno?
-Creo que lo que está haciendo ahora, y lo hablamos desde un principio. Hay que sentarse y elaborar en conjunto la manera de enfrentar la crisis y la salida de la crisis. Eso lamentablemente no se hizo desde el principio: que participaran los municipios y también las organizaciones de la sociedad civil. Se nos escuchó muchas veces, pero no participamos en la elaboración de una estrategia territorial para enfrentar lo que está ocurriendo. Eso lo podríamos haber construido en conjunto. Solamente recomendaría que lo que se está haciendo ahora es el camino para construir la tan mencionada unidad. Ella se logra en la base de una co-construcción, en que no se trata de imponer al otro lo que yo pienso; aquí no estamos negociando, sino que estamos co-construyendo una política pública para que la mayoría de la gente no salga tan dañada.
-¿Qué le parece el acuerdo alcanzado entre gobierno y oposición para enfrentar la pandemia?
-Es un paso muy importante. Primero, se acordó la manera de sostener económicamente a las familias en el período más duro de la crisis, que es el que estamos enfrentado ahora. Es importante el aumento de los montos, que sean superiores a la línea de la pobreza y que esos montos no son decrecientes. No podía ser que el Estado les transfiriera a familias que están sin empleo recursos que no les permitan estar por sobre la línea de la pobreza, teniendo los recursos el Estado o pudiendo endeudarse. Pero, en segundo lugar, el Estado tiene que asegurarse de que sus servicios funcionen óptimamente en todos los sectores populares, porque si tenemos un deterioro de esos servicios como ocurrió en 1982, la recuperación va a ser extremadamente compleja y va a hacer que las personas se vean afectadas en otras dimensiones de la pobreza como salud, educación, vivienda, y no solamente en los ingresos. Por último, la construcción de una política pública en conjunto nos entrega cierta tranquilidad frente al futuro próximo. La gran incertidumbre ante lo que va a pasarle a uno o a la comunidad, genera mucho daño en la vida pública, aumentando la frustración, eventualmente violencia incluso al interior de las familias.
-¿Era un buen momento, hace un par de semanas, para cambiar al ministro de Desarrollo Social?
-Los argumentos para cambiar al ministro de Desarrollo Social se dijeron en su momento: era para que entrara un partido grande, como es Renovación Nacional, al comité político. En lo personal yo creo que al ministro de Desarrollo Social no se le debería haber cambiado y debería haber seguido el mismo ministro, pero hay buenos equipos en ese ministerio y han permanecido las personas de las subsecretarías trabajando, quienes llevan los programas operativos y no ha habido cambios sustanciales en la estrategia.
-Hablando de ese ministerio, un hermano suyo fue ministro en él. ¿Conversan sobre estos temas?
-Por supuesto, y converso con mucha gente de ese ministerio también. De hecho, es el ministerio con el cual más me vinculo. Cada semana me reúno con ellos en la Comisión Covid Calle, que es para ver la política para las personas en situación de calle frente a la crisis del covid-19.
-¿Qué grupos de personas cree que serán los más afectados con todo esto?
-Los estudios que uno ha leído y lo que dijeron los economistas hablando del deterioro de los ingresos, señalan que se va a afectar más o menos al 80% de la población. Pero obviamente que los que más mal lo pasan en una crisis siempre son los que menos tienen, porque lo poco que tienen lo pierden. También se deterioran los servicios que se les prestan, porque hay menor cantidad de recursos dentro del Estado. Si uno tuviese que catalogar qué grupo es el que más mal lo va a pasar, son las personas en situación de pobreza extrema y dentro de ese grupo, lejos, pero lejos, los que más van a sufrir son los niños y las niñas. En América Solidaria nos hemos dado cuenta que ya ahora con más de 100 millones de niños fuera del sistema escolar en el continente, la situación es tremendamente dramática, porque no sólo pierden la oportunidad de adquirir conocimientos y poder convivir, sino que también de alimentación. Los niños y niñas van a quedar muy impactados después de esto si es que no hacemos acciones aceleradas para poder colaborar con los servicios que se les prestan.
-¿Es muy iluso pensar que se puede acabar algún día con la pobreza en Chile?
-No, no es nada de iluso. La pobreza se puede disminuir. La pobreza por ingreso se puede disminuir mucho más que lo que se ha hecho hasta ahora. Siempre va a haber un grupo de personas que quede al margen, pero ese grupo puede ser muy pequeñito y lo podemos acompañar y trabajar con esas personas. Chile tenía del punto de vista del ingreso una pobreza de casi la mitad de la población a mediados de los años 80 y llegamos a tener un 8% de población en pobreza por ingreso. Y la pobreza multidimensional, que es más alta, también se puede reducir con buenas políticas públicas. Hay territorios de Chile que han ido reduciendo fuertemente la pobreza producto de un buen accionar entre lo público, lo privado y la sociedad civil. No es iluso, entonces, pero lo tenemos que hacer también en conjunto con otros países. No se saca mucho si se reduce la pobreza en Chile si la tenemos al lado.
"La salida de la crisis la tenemos que hacer en conjunto. Si tenemos que endeudarnos (...), si tenemos que pagar por 10 o 20 años, se pagará. La deuda subordinada de los bancos tardó más en pagarse: se decidió salvar la banca y no salvar a las personas y los pobres fueron abandonados. Eso no puede ocurrir de nuevo".
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CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO