Michael T. Osterholm, el investigador que se adelantó al nuevo coronavirus
ADELANTO. "La amenaza más letal" fue escrito por uno de los mayores expertos mundiales en epidemiología, anticipó la pandemia del covid-19 que azota al planeta y es uno de los libros más leídos hoy en Estados Unidos.
"Propusimos este libro durante el brote de ébola de 2014-16 en el África occidental y lo acabamos durante el brote de zika que se propagó de las islas del Pacífico a Norteamérica y Sudamérica. Además, mientras lo escribíamos teníamos un ojo puesto en el brote de coronavirus SRAS (síndrome respiratorio agudo severo) que empezó en el sudeste asiático y se propagó a Canadá, en el brote de gripe H1N1 de 2009 que estalló en México y en el SROM (síndrome respiratorio de Oriente Medio), otro coronavirus que en 2012 asoló la península arábiga. Y ahora que redactamos este nuevo prefacio, el mundo se enfrenta a la pandemia del covid-19, causada por un nuevo coronavirus que a finales de 2019 surgió con furioso arrebato desde China. Esta pandemia de coronavirus recuerda a un escenario parecido al de la gripe, pues se transmite de persona a persona a través de las gotitas exhaladas por la gente infectada y de las pequeñas partículas de aerosol impregnadas con el virus, tal como en el capítulo 19 detallamos que se produciría una pandemia de gripe. ¿Qué tienen en común todos estos brotes de enfermedades infecciosas?
Todos nos cogieron con la guardia baja, cuando no deberían. Y el siguiente tampoco debería; y dadlo por hecho, habrá un siguiente, luego otro y luego otro más. Y como hemos advertido en este libro, uno de ellos será aún más grande y uno o varios órdenes de magnitud más grave que el brote de covid-19. Lo más probable, como hemos escrito, es que sea un nuevo virus de la gripe con la misma capacidad de devastación que la gran pandemia de gripe de 1918-19, que se cobró la vida de entre 50 y 100 millones de personas. Sin embargo, se produciría en un mundo con el triple de población, con vuelos comerciales internacionales y con megalópolis superpobladas en el tercer mundo; un mundo en el que hemos irrumpido en hábitats naturales y hemos atraído hasta nuestras puertas a reservorios animales de enfermedades; un mundo donde cientos de millones de humanos y animales huéspedes viven como sardinas en lata, con una cadena de suministro mundial JIT (siglas en inglés de «justo a tiempo») que lo impregna todo, desde la entrega de componentes electrónicos y piezas de automóvil a medicinas de primera necesidad sin las cuales los hospitales más avanzados dejarían de funcionar.
¿Creéis que un siglo entero de avances científicos nos ha preparado para afrontar mejor un cataclismo de estas dimensiones? Por desgracia, como describimos en el capítulo 19, lo cierto es que no. Lisa y llanamente, todo lo que escribimos en la primera edición de La amenaza más letal -los análisis, las prioridades y las recomendaciones proactivas- sigue valiendo y siendo de rigurosa actualidad. No nos alegramos de haber acertado, pero el hecho es que ha habido señales de aviso más que suficientes.
Echemos un vistazo a la realidad.
Intentar detener una transmisión afín a la de la gripe, como sucede con el covid-19, es como intentar detener el viento. A lo sumo, se consiguió frenar su propagación gracias al confinamiento casi draconiano que el gobierno chino pudo imponer a cientos de millones de sus ciudadanos, amén de los esfuerzos de otros países como Corea del Sur y Singapur para identificar a personas infectadas y a cualquiera que pudiera haber tenido contacto con ellas, unas medidas que en los Estados Unidos han brillado por su ausencia. La única manera en que se podría haber frenado la propagación habría sido con una vacuna efectiva, que no existía. Iniciar un proyecto así desde cero exige muchos meses, o incluso años.
En cualquier pandemia, el liderazgo efectivo es crucial. La responsabilidad del presidente o del jefe de Estado de cualquier país es ofrecer información exacta y actualizada, facilitada por expertos en salud pública, no por operativos políticos y politizados. Es mucho mejor admitir que no sabemos algo, pero que estamos intentando averiguarlo, que pintarlo todo de rosa y, luego, que se nos vea el plumero en el siguiente noticiario. Si el presidente sacrifica su credibilidad, el público no sabrá en qué o en quién depositar su confianza. No obstante, los estudios han demostrado en repetidas ocasiones que, si se da al público información veraz y explícita, casi nunca cunde el pánico y todos aprendemos a remar en la misma dirección.
El 20 de enero de 2020, el Centro para la Investigación y la Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minesota (CIDRAP por sus siglas en inglés) manifestó que, a juzgar por las evidentes características de transmisión del virus, el covid-19 causaría una pandemia. ¿Por qué la Organización Mundial de la Salud (OMS) tardó hasta el 11 de marzo para declarar una pandemia global? A nuestro entender, esto hizo caer a muchos líderes y organizaciones en una especie de complacencia, al pensar que aún había bastantes posibilidades de contener el virus. Fue una distracción desafortunada e innecesaria del vital proceso de planificación para mitigarlo y convivir con él. Este tipo de confusión y de debate nos debería demostrar algo: necesitamos un método más eficaz para valorar cuándo hay una nueva amenaza letal que pone en peligro al mundo.
La primera pregunta clave que tenemos que responder es: ¿cómo hemos llegado a esta crisis? Como en buena parte de los desastres, confluyen varios factores. En las casi dos décadas que han transcurrido desde el SRAS, el mundo ha pasado a depender muchísimo más de los recursos de fabricación de China. Hoy en día, nuestra cadena de suministro y fabricación y el sistema de entregas siguen un modelo JIT. No poder comprar los últimos televisores o teléfonos inteligentes que se nos antojan porque una fábrica de la provincia de Hubei o de Cantón ha cerrado por culpa de un brote de enfermedad es una cosa. Pero otra cosa bien distinta es que no podamos obtener los medicamentos de primera necesidad que hay en los carros de paradas de los hospitales y que cuidan del bienestar diario de los millones de individuos con enfermedades o problemas de salud crónicos, o que no podamos adquirir los equipos de protección individual (EPI) que amparan a los sanitarios que están en contacto directo con los pacientes del covid-19.
Tened en cuenta esta reveladora estadística: poco después de la pandemia por H1N1 de 2009, el CIDRAP hizo una encuesta a los farmacéuticos de hospital y a los médicos de cuidados intensivos y urgencias de todo el país, tal como detallamos en el capítulo 18. Según los últimos datos de esa encuesta, en los Estados Unidos se suelen usar más de ciento cincuenta medicamentos de primera necesidad, sin los cuales muchos pacientes morirían en cuestión de horas. Todos son genéricos y muchos de ellos -o sus principios activos farmacéuticos- se fabrican fundamentalmente en China o en la India. Aun en condiciones normales, como al comienzo del brote de covid-19, ya había sesenta y tres que eran difíciles de obtener si se pedían con poca antelación o en periodos de escasez... Es solo un ejemplo de lo vulnerables que somos. Y como las enfermedades y cuarentenas vacían las fábricas chinas y alteran o cierran las rutas de suministro, ¿qué más da lo bueno que sea un hospital de una gran ciudad de Occidente si las botellas y los viales del carro de paradas están vacíos? Es decir, nuestra dependencia colectiva de que China fabrique de forma barata y eficiente podría desembocar directamente en una pérdida sustancial de vidas como efecto secundario del covid-19 y de futuros brotes pandémicos".
Libro de cabecera para la pandemia
El estudio del epidemiólogo Michael Osterholm está en la lista de los libros más vendidos del New York Times. Y en el Financial Times fue descrito como un "escritor brillante, inteligente y persuasivo", que "nos invita a pensar de una forma distinta las amenazas naturales que se ciernen sobre nosotros. (...) Es un manual que establece prioridades a partir de ahora y cómo se deben reconfigurar las instituciones de salud pública".