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La electromovilidad como clave
En los últimos 15 años observamos un aumento de un 5,9% de las emisiones de CO2 a nivel global según el sitio web de estadísticas WorldOMeters, relacionado principalmente con el fenómeno de la urbanización. Este incremento se debe principalmente al movimiento de las masas rurales a las grandes ciudades, que tuvo un aumento de un 22,4%, lo que trae aparejado una mayor densidad poblacional y concentración geográfica.
Además, ese mismo sitio web brindó datos actuales de las emisiones globales de CO2 sobre el consumo de combustibles fósiles en cada industria, y determinó que el sector de energía lidera el ranking con un 38,5%. Seguido de cerca se encuentra el transporte, que contempla todos los medios como los terrestres, marítimos y aéreos, con un 20,9% de liberaciones al ambiente, y el resto corresponde a otros sectores de la economía. Esto demuestra que es necesario desafiar a otros grandes segmentos en la utilización de fuentes renovables y limpias.
Es en este plano donde aparece la electromovilidad, que creció exponencialmente en los últimos años, y transformó la manera en la que los autos son impulsados, conducidos e integrados en la sociedad. Esto es no sólo por su impacto positivo en el medio ambiente, sino también porque mejoran la calidad de vida de las personas, dado que cuentan con motores muy eficientes que permiten el ahorro energético, reducen las emisiones, y no generan contaminación sonora.
Podemos observar que este año, debido a la pandemia originada por el COVID-19, se evidencia una gran reducción de los gases de efecto invernadero que se emiten en todo el mundo, a raíz de una menor circulación de las personas, y una reducción en la actividad industrial. Por eso, la Agencia de Energía Internacional (IEA, por sus siglas en inglés) estima que durante este 2020 se consumirá un 6% menos de energía a nivel global, lo que repercute también en la caída de la liberación de CO2 al ambiente.
El presente de la electromovilidad refleja el trabajo de la industria que comenzó hace más de siete décadas, con el foco puesto en el cuidado del medioambiente y la calidad de vida de las personas. Acompañado de innovación tecnológica, desarrollo de diseños que se adapten a las costumbres de cada región, y una mayor eficiencia y seguridad.
Continuar por ese camino presume la clave para actuar ante el cambio climático que, debido a la pandemia del Coronavirus, ha sacado a relucir la necesidad latente de actuar rápido, mientras renace una nueva oportunidad para toda la sociedad, basada en cero emisiones y cero fatalidades.
Luis Felipe Clavel
Economía colaborativo
La crisis sanitaria sin precedentes que enfrenta el mundo y que ha tenido como primera consecuencia una debacle económica a nivel global, ha llevado a que la palabra incertidumbre sea la que impera a la hora de hacer pronósticos, incluso del futuro más cercano o al menos hasta que haya una vacuna.
Sin embargo, en medio de toda esta sombra, la economía colaborativa, valor principal del cooperativismo, surge como una luz para el futuro. De hecho, el Premio Nobel de Economía (2001) Joseph Stiglitz, destacó en febrero de este año, cuando la pandemia todavía no golpeaba con fuerza a los países occidentales, que las cooperativas "son el modelo que mejor puede enfrentar los riesgos de una economía que será cada vez más volátil".
El cooperativismo se presenta como una potente alternativa para paliar las consecuencias derivadas de la crisis y como una respuesta a la reactivación económica a través de la asociatividad, para la consecución de objetivos comunes y la generación de autoempleo. Las cooperativas se sustentan en principios democráticos como la solidaridad, la ayuda mutua y la igualdad de todos los socios, con independencia del capital aportado.
Stiglitz considera que las cooperativas tienen un papel clave en la lucha contra las desigualdades económicas e incluso se refiere a ellas como la economía del futuro. Y es que la economía social es un claro ejemplo de cómo la racionalidad y el progreso social son compatibles y de cómo la eficiencia y la productividad pueden convivir con la responsabilidad social.
En Chile, la pandemia ya ha cobrado la vida de más de 10 mil personas y muchos otros están quedando heridos en el camino: de acuerdo con cifras del Banco Central, durante el segundo trimestre de 2020 la economía se contrajo 14% y las proyecciones más positivas auguran un desempleo de más de 20%. En este escenario lleno de incertidumbre, también se vislumbra un salto creciente en la morosidad y quiebra de pequeñas, medianas e incluso grandes empresas.
En nuestro país el modelo cooperativo ha presentado un resurgimiento importante en los últimos años. Actualmente, existen más de 1.500 cooperativas en variados sectores de la economía. Todas ellas cumplen un relevante rol social cuyo propósito es mejorar la calidad de vida de sus cerca de dos millones de socias y socios.
Siria Jeldes, presidenta de la Asociación Nacional de Cooperativas.