Cambio climático
Estoy totalmente de acuerdo que existe el cambio climático. Hay muchas pruebas que así lo demuestran ya que el planeta ha experimentado muchos cambios durante estos últimos años. Una de las causas que produce este cambio son los combustibles fósiles ya que estos provocan una mayor emisión de dióxido de carbono lo que provoca un exceso de temperatura o calentamiento global.
Se llama cambio climático a la variación global del clima de la Tierra. Esta variación se debe a causas naturales y a la acción del hombre y se produce sobre todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubosidad, etc..
Otro dato importante es que tenemos que parar muy pronto la deforestación ya que está siendo uno de los problemas que más está afectando al cambio climático y lo que produce es alteración del ciclo del agua, pérdida de hábitat, biodiversidad y suelo, pérdida de grandes masas forestales etc..
Como seres humanos tenemos que cambiar nuestras costumbres sobre el cuidado del planeta.
Algunas de las soluciones que puede haber para el cambio climático son cambiar alimentos que contengan aceite de palma y motivar a las personas a consumir otros tipos de aceites.
Cambiar las hojas de papel por cuadernos digitales, cambiando las estufas a leña por estufas a pellet, cambiar combustibles que contaminan, por combustibles amigables hacia el medio ambiente, como por ejemplo, el gas natural.
Francisca Brand, estudiante
¡Las palabras importan!
Como unidad léxica de la lengua, la palabra es objeto de estudio de la Lingüística. Es la unidad de significación que como hablantes poseemos para referirnos al mundo de las cosas, acciones y atributos. En el Génesis ya se destaca su valor al indicar el poder creativo desde la divinidad. Clayton (2004) en "El Lenguaje de Dios" escribe que es el medio por el cual "el Creador proyectó los mandatos del Eterno". Así, tiene el poder de curar, enfermar, enseñar, dañar, amar u odiar. La palabra todo lo puede. Por eso es que debemos siempre prestar atención al uso más allá de las simples estructuras verbales y/o posiciones sociales.
La palabra debiera ser un prototipo de perfección en la armonía al pronunciarla convenciendo, felicitando, expresando acuerdo o desacuerdo y no convertirla en un arma de doble filo (verdad/mentira). Como hablantes tenemos la responsabilidad de exaltarla elevándola hasta lo más alto, y no convirtiéndola en un infierno de difamación. Es el asiento del ser, dice O. Uzcátegui (1999) en el "Hombre Absoluto"; debemos aprender a usarla para hablar de lo bello, justo y verdadero. De lo contrario éstas - las palabras - pueden llegar a convertirse en "monstruos destructivos" cuando una mentira se convierte en verdad o viceversa; contienen un valor interno y otro externo: lo primero es lo que conocemos como significado, substancia o contenido, y, lo segundo hay que buscarlo en las dimensiones superiores del espíritu. Por alguna razón, en el campo del Derecho nos hablan del 'espíritu de la ley'.
Así, cuando hablamos, tenemos el poder de seducir, convencer invocando una vivencia, imagen o experiencia, dimensión desde donde emana nuestra naturaleza psicológica. Las palabras pueden llegar a ser 'rosas ígneas' de nuestras formas de pensar o sentir que chisporrotean entre los laberintos del entendimiento humano. Es lo que nos sucede cuando leemos el titular de un medio o una obra literaria. Ahora más postplebiscito.
El poder del verbo polarizado negativamente, enfatiza Uzcategui, nos puede conducir a "los brazos de la muerte".
Omer Silva Villena, profesor/lingüista
Bono clase media
Incredulidad al saber que 475 mil chilenos se echaron fraudulentamente al bolsillo 285 millones de dólares destinados a familias afectadas en sus ingresos. Entre ellos, unos 18 mil funcionarios públicos cuyos sueldos jamás bajaron por el covid- 19, engañando así la ley, al Congreso que aprobó el bono y al resto de chilenos que pagamos impuestos. Pero más penoso es saber que un grupo de senadores propone, junto con devolver la plata, amnistiar a estos falsos beneficiarios. Y peor, con argumentos muy pobres.
No se puede argumentar que la ley era difusa, si ellos mismos aprobaron su texto; que una amnistía de los procesos judiciales contribuiría a la paz social suena a chantaje y, por ende, no convence a todos los que nos sentimos estafados. Sostener que así como el Estado chileno ha condonado fraudes a otros, especialmente a ricos, entonces ahora sería justo hacer lo mismo con los 475.000 abusadores, resulta penoso porque otorga sustento moral para justificar cualquier tipo de delito.
La idea, además, es una pésima señal para millones de chilenos que cumplen con la ley y sus deberes; para los miles de padres que enseñamos a nuestros hijos el valor de la honradez. Lejos de subterfugios legalistas, lo que cabe es devolver el dinero, y quienes no lo hagan dentro de un plazo, que su nombre sea público.
René Araneda A.