Esperanza y desilusión
Hace un par de semanas me referí a tres palabras para comentar del plebiscito que se nos venía encima y que fueron: indiferencia, ignorancia e ingenuidad. Hoy, con el reposo y la reflexión natural post evento, son dos palabras que deseo presentar para graficar lo que vivimos y estamos viviendo.
Esperanza: Sí, la esperanza, sin duda alguna, fue el único candidato ganador en nuestro plebiscito. ¿Cuál esperanza? La del cambio, la de un país mejor, la de una nación feliz y con un futuro próspero para todos sus habitantes. Bien por Chile y roguemos que así sea y, sobre todo, trabajemos para aquello.
Desilusión: Después de este contundente plebiscito que, según todos los analistas y las personas informadas, fue un claro rechazo a la clase política, existe un consenso muy preciso: los políticos son parte del problema en que estamos y la gran mayoría los desea fuera de este proceso. ¿Y qué hace hoy nuestro Parlamento? Intenta cambiar las reglas del juego y pretende modificar la composición de la Convención Constitucional, agregando 23 convencionales constituyentes en representación de los pueblos originarios. Bien que se incorpore a nuestros pueblos originarios, pero dentro del esquema de los 155, que por lo demás es lo que nuestro sistema electoral tiene definido como representación de todos los chilenos, incluidos los pueblos originarios.
Los chilenos de corazón nos preguntamos ¿a título de qué se trata de modificar un acuerdo ya sancionado por toda la ciudadanía? ¿No le parece que ya es como mucho?
Juan Enrique Olguín
Populismos
Los estudiosos dicen que existen populismos de izquierda, de derecha y de centro, lo que coincide con lo que se ve en Chile. La última evidencia fue aquella comisión donde se aprobó el segundo retiro del 10%. Después de la votación hubo caras de felicidad, foto del grupo, saltos en una pata de alguna diputada, etc.
Será distinto cuando nuestros generosos legisladores tengan que subir más de lo previsto la edad de jubilación para recuperar los fondos previsionales que ya se gastaron en otra cosa: no habrá fotos ni saltos, y saldrán, aunque no haya pandemia, con escudo facial y mascarilla por la puerta de atrás.
José Luis Hernández Vidal
El egoísmo
El egoísmo es uno de los desvalores que origina más daño a la convivencia humana, limita notablemente a la caridad, al altruismo, a la solidaridad, a la fraternidad y alimenta a la ambición, haciendo del otro un ajeno insignificante frente al utilitarismo individual; por ello resulta innegable que siempre sus efectos lo sufren los más desposeídos, aquéllos que no tuvieron y no tienen acceso a los beneficios que proporciona el desarrollo y el progreso.
Aquí radica la enfermedad social de nuestros tiempos, por lo que mientras la conciencia colectiva no deponga el hedonismo, sobre todo aquéllos que privilegiadamente gozan de riqueza y bienestar y se enceguecen ante el dolor y las necesidades ajenas, seguiremos abriendo la brecha entre los pocos ricos y los muchos pobres en nuestro país.
De allí entonces que resulta imprescindible nivelar democráticamente, con Nuevo Contrato Social (Nueva Constitución), la vida social, política, cultural y sensible del mismo.
Nadie está por encima del otro, todos los seres humanos somos libres, iguales y hermanos.
Carlos Reyes Hernández
Acusación constitucional
Llega a ser frustrante constatar que el mandato popular por una mejor política -como bien se han interpretado los categóricos resultados del Plebiscito- no ha sido capaz de permear la dura piel de nuestros dirigentes, los cuales perseveran en las malas prácticas que nos llevaron a la crisis de octubre.
La acusación constitucional contra el exministro Víctor Pérez unió a la oposición de la peor forma posible.
No fue un acuerdo programático que permitiría conocer de una vez por todas el norte de la izquierda chilena lo que los llevó a coincidir, fue un vano matrimonio por conveniencia; una vulgar toma que suponía la censura mesa de la Cámara a cambio de descabezar el ministerio que más se precisa ante los graves problemas de seguridad interior que hoy padecemos.
La guinda de la torta ha sido el rechazo al proyecto de reducción de parlamentarios, lo que nos condena a seguir gastando de más en parlamentarios que obtuvieron el 2%, el 1% e incluso el 0% de los votos.
¿Cuándo entenderán nuestros políticos que el éxito del proceso constitucional depende en buena medida de la capacidad de moderar sus pasiones respetando de la forma más estricta posible lo decidido el 25 de octubre?
Es cierto que no podremos redactar la nueva Constitución sin ellos, el problema está en que muchos de ellos piensan que podrán escribirla sin nosotros.
Juan L. Lagos, FPP