Correo
8-M
Varios son los ámbitos en los cuales se destacan las mujeres en la historia. En el caso americano, desde tiempos coloniales, se las señala como las guardianas de la tradición cristiana occidental, pues tradicionalmente los hombres estaban encargados de la guerra, aunque hay varios ejemplos de valientes vecinas - soldados en esos tiempos.
Posteriormente, su acceso a la educación fue un paso importante, que les brindó un grado de autovalencia económica desconocida en el siglo XIX. Así, hubo muchas mujeres profesoras, a la que seguirían enfermeras, médicas, abogadas, etc. ayudando a engrosar las filas de profesionales que han colaborado con el progreso del país desde las más diversas ramas del conocimiento, oficios y profesiones. Sin embargo, han existido planos en los cuales el rol femenino ha sido más discriminado. Uno de ellos es el político, donde varias heroínas (como Elena Caffarena) lograron, por ejemplo, el derecho a votar, a ser elegidas e incluso a gobernar países como Margaret Thatcher en el Reino Unido, quien cogobernó con la reina Elizabeth II, o Ángela Merkel, en Alemania. En el caso Latinoamericano, la primera mujer presidenta fue Violeta Barrios de Chamorro (Nicaragua, 1990-1997), aunque en Argentina nadie desconoce el rol e influencia de Eva Duarte durante el mandado de su marido, Juan Domingo Perón (1945-1952). A Barrios, le siguieron como primeras mandatarias de sus respectivas naciones Michelle Bachelet (Chile, 2006-2010 y 2014-2018) y Cristina Fernández (Argentina, 2007-2015), esta última hoy vicepresidenta de la hermana república.
Pero queda aún por hacer. Ello dice relación con el segundo aspecto que quiero destacar: el salarial (si bien en el político también hay inequidades). Las demandas por mejoras de sueldos son de antigua data. Desde la Revolución Industrial en su etapa culmen (fines del siglo XIX), la mujer tiene este anhelo, que ha contado con algunos actos simbólicos (como en Hollywood, donde los actores se niegan a rodar si no se iguala su sueldo al de sus compañeras de trabajo). Asimismo, la paridad en los empleos está al debe, es decir, pocas mujeres en proporción a los varones. No obstante, los albores del siglo XXI dan esperanza de que varias de estas demandas sean finalmente concretadas en hechos, en un acto de justicia social que no debe sorprendernos a estas alturas. Si nos gloriamos de ser sociedades modernas, progresistas y con visión de futuro, este es uno de los aspectos que debe involucrar a todos los actores sociales para alcanzar un desarrollo de una comunidad más justa, equitativa y en paz.
Carlos Ibarra, USS
Mujeres y liderazgo, historia constante de desafíos
Al conmemorar un nuevo 8 de marzo, fecha que desde 1975 la ONU reconoce como Día Internacional de la Mujer, cabe reflexionar en torno al significado profundo de este evento, sus cimientos, sus antecedentes, una historia que no ha estado precisamente cargada de las flores y el color de rosa que crecimos viendo en la decoración de todo aquello dirigido a las mujeres.
Los relatos históricos muchas veces anularon la presencia de las mujeres, situándolas como acompañantes pasivas, sin protagonismo alguno, incluso creando caracterizaciones estereotipadas de roles apropiados e inapropiados a cumplir, por ejemplo: asociar la maternidad como su rol fundamental, considerarlas débiles y siempre necesitadas de un apoyo que las sostenga, configurar colores, ropa, gestos y hasta profesiones adecuadas y no adecuadas a su rol. Estas imágenes sociales que heredamos nos pesan, incluso pueden haber marcado las decisiones de nuestras vidas, lo que hace necesario repensar, dialogar y reconstruir desde un enfoque de género que replantea lo que se espera de nosotras, permitiendo orientar políticas y prácticas en contextos con un enfoque de derecho, en igualdad de oportunidades y respeto a la diversidad de formas de ser y sentirse mujer.
El 8M visibiliza la historia de lucha de las mujeres, lucha y voz que muchas veces olvidamos como origen de cambios, es necesario recordar los eventos, con la crudeza de la realidad de la desigualdad, exclusión y vulneración de derechos, que en muchos casos puede verse duplicada o triplicada si además de ser mujer presentas discapacidad, perteneces a un pueblo originario, vives en situación de pobreza o eres víctima de violencia de género. Si a todo lo anterior le sumas la diferencia salarial, de acceso al mundo del trabajo , los prejuicios y la desinformación, tenemos un escenario que aún requiere recordar, motivar los cambios, potenciar los liderazgos femeninos, reconocer a las pioneras, a las dirigentes que aprendieron en el camino , a las que se atrevieron a estudiar lo que no les era permitido, a las que no se conformaron y no callaron, a las que decidieron hablar y decidir sobre su cuerpo, a las que no aguantaron más dolor e injusticia, por ellas y por todas aún necesitamos un 8M, aún necesitamos de su historia.
Sandra Urra, UNAB